14. El manantial de los deseos.

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—Eso es lo que pasa cuando le das a Iván una misión que tiene que ver con chicas. —Kim, que aprovechaba cualquier situación para bromear con sus amigos, se reía de la cara roja del pobre de Iván.

—Silencio, Kim. —lo acusó Luka, aunque no podía negar que también le hacía un poco de gracia que su amigo, el guardia fortachón que solía intimidar a la gente solo con su presencia, también se sonrojara como una doncella al contarles que había caído en gracia de una de las chicas del reino del Sol —. ¿Dijo que se verían en los manantiales?

Iván asintió.

—T-tal vez le pregunte acerca de la chica...

—No, amigo, alto ahí. —El príncipe hizo un aspaviento con la mano, riéndose—. No voy a arruinar tu cita con mis asuntos. Te relevo de la misión.

—No es una cita. —se defendió Iván. Inmediatamente Kim dejó salir una risa atronadora —. Kim, ¿no se te ha pasado por la cabeza que una chica puede solo estar siendo amable?

—Las chicas nunca son "solo amables" conmigo. —Exclamó el muchacho, golpeando en el hombro a Iván, que giró los ojos, suplicándole a Luka que lo salvara de aquella tortura. Casi siempre Luka era la victima de los malos chistes falderos de Kim, y para Iván era totalmente irritante estar en ese lugar.

—Ya, ya basta Don Juan. —le ordenó Luka, a lo que Kim obedeció aún con una sonrisita en el rostro.

—Bueno, si la chica viene con los solanos, entonces es probable que nos la encontremos en la campaña. —Dijo Iván.

—Espero que sí. —El príncipe se terminó de abrochar la capa y se encaminó junto a sus guardias a encontrarse con los demás. Luka viajaría con Juleka en la misma litera que Adrien y su prometida, que parecía reclamarle algo al príncipe del Sol cuando los príncipes de la Luna llegaron. La muchacha les dedicó una mirada fulminante, haciendo un gesto con la cabeza que le agitó el pelo rubio. Adrien les ofreció una disculpa a Luka y Juleka.

—Me disculpo, mi prometida y yo tenemos cosas que discutir, pero lo haremos cuando estemos en nuestro hogar. ¿Verdad Chloé?

—Como digas. —concedió ella, enojada. En todo el camino permaneció aún más muda que Juleka, quien asentía por lo menos a los comentarios de Adrien.

Cuando la caravana llegó al claro del bosque donde empezaba el terreno de caza, el primero en saltar fuera de la litera fue Adrien. Estaba entusiasmadísimo por explorar el lugar.

— ¿Qué tan bueno eres con el arco? —le preguntó a Luka.

—No tanto. —El príncipe de la Luna debía reconocer que su mayor habilidad le pertenecía a la lira, las gaitas y cualquier instrumento que sirviera para crear melodía y no para matar—. ¿Y tú?

—Lo suficiente. —En ese momento, su guardia, el famoso Caballero Rojo le tendió un arco de madera roja y un carcaj de piel de alce llena de flechas. Kim también embutió a su príncipe con sus respectivas armas, aunque la verdad era que estaba demasiado distraído mirando a las mujeres del reino vecino que metían los pies en los primeros manantiales del calvero.

Hasta entonces, Marien había permanecido al margen. El príncipe Luka siempre parecía interesado en aquel aclamado caballero por lo que siempre esperaba presenciar a qué se debía aquella fama suya, y eso hacía que la persona dentro de la armadura ponerse demasiado nerviosa. Así que, cuando Adrien volvió a hablar, Marien casi pega un respingo.

—Me parece que sir Marien tendrá el honor de servirnos de guía esta tarde, ¿qué le parece?

—C-como mis príncipes lo deseen...

Los Reinos Celestiales (Miraculous)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora