18. El hombre de la capucha negra.

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Para cuando el noctívago hubo entregado la nota, el hombre de la capucha negra ya se había puesto sus botas y se había echado la bolsa con los instrumentos de excavación al hombro. Pero las relucientes plumas blancas del cuello de la avecilla llamaron su atención en medio del bosque y tuvo que detenerse. Extendió hacia el animal un brazo robusto sobre el que posó sus finas patitas, arañándolo ligeramente con las afiladas garras que usaba para cazar sus presas en la oscuridad.

Extendió inteligentemente una de sus patas, graznando con insistencia para que el hombre tomara la nota que llevaba allí. Él la desenrolló y leyó en voz baja la letra de Tikki: "el príncipe Luka está de nuestro lado".

De inmediato, el rumbo del hombre cambió. Se dirigió sin perder el tiempo a donde la nota le indicaba. En el patio trasero del castillo el príncipe Luka y dos de sus guardias aguardaban al visitante prometido por el puño y letra de Tikki.

—Mi príncipe... —se arrodilló el hombretón. Kim lanzó un silbido al ver su corpulenta figura, apenas se podía ver el brillo de un par de ojos verdes desde debajo de aquella capucha oscura—. Supe que resultó herido la otra noche.

—No fue nada. Ya he empezado a sanar. La verdadera razón por la que le cité aquí fue por petición de su hija.

—Sí. —Su cabeza, que parecía demasiado menuda para compararla con el resto de su cuerpo, se movió en un asentimiento—. Tikki me indicó que le confiese la verdad a la persona que se ponga de nuestro lado.

— ¿Por qué no empieza por mostrarnos su rostro? —Inquirió un incómodo Kim. El otro chico, Iván, era también un joven robusto, pero ninguno de los dos estaba a la altura de los enormes brazos de tronco del minero.

—Está bien, no tiene que hacerlo. —Luka levantó la mano, dándole una mala mirada a su guardia y amigo.

—Pero, Luka, ¿vas a confiar en un hombre que no te muestra su rostro?

—Yo confío en Tikki. —Insistió el principie. Aunque la verdad era que ya había visto el rostro de aquel hombre y no quería volver a enfrentarse a la situación de tener que morderse la lengua y no preguntar de donde habían salido las cicatrices que ocultaba tras la capucha negra.

—Está bien, príncipe. Su guardia tiene razón. Además, lo que resguardo tras esta capucha es parte de todo lo que tengo que contarle. —Cuando el hombre por fin desembarazó su cuerpo de aquella capa ocura, Kim (que no sabía lo que significa la palabra discreción), volvió a lanzar un silbido. Iván, más prudente, se removió incómodo.

El príncipe Luka le indicó a su visitante que se sentara a su lado, estaban junto a una pequeña fuente en el jardín trasero del castillo, donde nadie pudiera interrumpirlos.

El hombre obedeció y carraspeó para empezar a relatarles a sus anfitriones todo lo que Tikki le había encomendado contar. Kim casi no prestó atención a la historia, estaba más concentrado en tratar de descubrir en qué diablos se habría metido aquél hombre para conseguir tener la piel del rostro hecha girones como si se le hubiera derretido cual nieve cuando entra la primavera.

***

Era ya bien tarde en la noche cuando Iván regresó. Toda aquella historia los había dejado a los tres demasiado ensimismados. Mylene lo vio entrar en silencio y sacarse la capa que dejó en un gancho detrás de la puerta antes de sentarse en la pequeña mesa. El lugar era bastante modesto, la verdad, pero Mylene no se quejaba.

A Iván no le pasó desapercibido que había colocado flores en aquella mesucha de madera de pino que había cubierto previamente con una fina capa de muselina blanca. Iván nunca antes se había tomado la molestia de llamar "hogar" a aquel lugar, pero precisamente sintió que allí regresaba.

Los Reinos Celestiales (Miraculous)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora