27. La estrella quebrada (Parte I)

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26. LA ESTRELLA QUEBRADA (PARTE I)

A través de unos pasillos angostos y oscuros se escuchaba el resonar de unos altos zapatos de tacón, pisando con insistencia.

La visitante gozaba de un fino andar, paso firme, cabeza erguida, postura orgullosa, rostro inexpresivo. Los que convivían con ella eran hombres fuertes, de guerra, pero la verdad era que su ceño duro (y claro, sus otras habilidades), los doblegaba hasta la sumisión. Como en ese momento.

Alrededor de doce soldados estaban en el salón del trono, un lugar oscuro donde el estandarte de una estrella quebrada sobre un devastado campo negro decoraba todas las paredes de piedra ennegrecida por el hollín de aquella catástrofe que la gente de los demás reinos solía llamar "el cataclismo". La mujer con su vestimenta y su corona oscura se sentó en el trono en pleno silencio y les lanzó a todos una mirada de rencor a través de sus anteojos, desenrollando un pergamino y mostrándolo ante todo el salón.

— ¿Alguien sabe qué es esto? —No hubo respuesta alguna por lo que ella volvió a preguntar, alzando la voz—. ¡¿Saben qué diablos es esto?!

—E-es un cartel de "se busca", su alteza.

—Sí, idiota, ya sé lo que es. —Ninguno de ellos se atrevió a replicarle que había sido ella misma quien había preguntado, por lo que el silencio reinó una vez más en aquel lugar—. ¿Acaso alguno de ustedes sabe leer? ¿¡No ven a quiénes está buscando el reino del Sol!?

—E-es aquel chico, alteza. —Dijo uno de los soldados, le reconocía del día del cataclismo. El militante echó una miradita al fiel retrato del joven que se buscaba y volvió a decir—: ¿Cómo es posible que aún conserve esa apariencia?

Ella se levantó del oscuro trono y dio un par de pasos hacia el viejo caballero.

—Su maldita apariencia me importa un penique. Lo que quiero saber es qué significa esto —señaló el rostro de la chica que acompañaba a Plagg en el cartel—. Su rostro es muy parecido a Sabine. Su nombre, es Marinette. Ustedes me juraron lealtad, les perdoné la vida porque me aseguraron que habían asesinado a las princesas. ¡Pero la mocosa sigue viva! ¡Me mintieron!

— ¡Alteza! No es así... le juro que lanzamos a las mocosas al mar, ¡le prometo que...

— ¡Silencio! —Con solo un movimiento de la mano de la mujer, en la cual empuñaba una fina vara de madera pulida, el hombre se retorció, gritó, sangró a chorros por la boca, la nariz y los ojos, y finalmente cayó al suelo, muerto.

Eso le sirvió a los demás para mantenerse derechos y en silencio, pero un pequeño picor en la mano le recordó a la reina que no debía ni por asomo intentar aquel hechizo mortal otra vez, así que trató de relajarse.

—Lo que tenía planeado era que la emboscada de esa noche en el Camino Real detonara una guerra entre el Sol y la Luna, en cambio los reinos terminaron por unirse mucho más. —Volvió a decir la mujer, clavando el fino tacón de su zapato en la calva cabeza del soldado muerto, de la cual había salido rodando el yelmo al momento del hombre caer ingrávido luego de que la magia oscura de la reina le reventara los órganos desde adentro—. De todos modos, aunque nuestro plan resultó un fracaso, algo bueno pudimos sacar de esto. Lo primero es que, ahora sabemos que aún queda una princesita a salvo por ahí. Y luego... —pasó un dedo por el grabado del sol desparramándose sobre una cadena montañosa que era el símbolo del reino homónimo—. El rey Agreste está desolado ahora que su pobrecita esposa falleció.

Los soldados no dijeron nada, pero ella se rió con malicia y como si el cadáver fuera una simple piedra en su camino, lo pisó y se dirigió con su garbo característico hacia la Torre Rota, como los pocos hombres del castillo llamaban a la antigua Torre del Rey.

Los Reinos Celestiales (Miraculous)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora