20. Exilio (Parte II)

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— ¡Maldición! —Era la segunda vez que Plagg se inclinaba por la borda del velero y vomitaba—. Odio navegar.

—Tranquilo, estamos a punto de llegar. —le dijo Tikki, ofreciéndole agua endulzada para aliviarlo un poco.

Durante el viaje, Marinette había notado la confidencialidad entre ambos, pero la verdad era que había permanecido con el ceño duro la mayor parte del trayecto, tratando de sobrellevar el tornado de emociones que estaba experimentando desde su interior en ese momento. Al fin, optó por lanzar un pesado suspiro y enfrentar a sus compañeros de exilio.

—Creo que tienes algunas cosas que explicarme, Plagg. —le espetó Marinette, más brusca de lo que habría querido. El muchacho, como siempre sonrió. Aunque resultó un gesto un tanto áspero, pues los hombres de Roger no lo habían tratado con rosas, precisamente, y a parte estaba muy mareado por el contoneo del bote. Aun así, el chico siempre tenía fuerzas para el sarcasmo:

—Pensé que te quedarías enamorada para siempre.

—Yo no... —se sonrojó la muchacha, aunque pronto volvió a cruzarse de brazos—. Esto es serio. ¿De verdad no eras Chat Noir?

—Sí. Y no. —Marinette hizo un gesto de desesperación, pero él intervino antes de que ella pudiera lanzarle una maldición—. Adrien fue el primer Chat Noir que conociste, antes de que los hombres de la reina Anarka lo atacaran. Él te admiraba, todo el tiempo estaba hablando del tal Caballero Rojo desde la primera vez que saliste a la luz. El pobre chico estaba casi todo el tiempo encerrado en la biblioteca leyendo estupideces de hadas y príncipes enamorados como él. Así que una tarde, de broma le sugerí que se disfrazara de caballero y te acompañara, y él lo hizo, pero no tenía forma de ser anónimo usando el acero del herrero del castillo. Por lo tanto, le conseguí una armadura con la cual pudiera pasar desapercibido.

— ¿La armadura negra era tuya? —Plagg asintió —. ¿Y tú de donde la sacaste?

El muchacho compartió una mirada con Tikki. La muchacha se llevó un mechón de pelo rojo detrás de la oreja y le devolvió a Marinette una mirada intensa. Aquellos ojos que tan afines habían sido a los suyos, y aquella sensación casi mágica que le provocaba el aura de esa chica causaron que Marinette se sintiera el doble de intrigada.

— ¿Tú sabes algo, Tikki? ¿Desde cuándo se conocen ustedes dos? Vi claramente que, cuando Plagg hizo... lo que sea que haya sido eso, en la batalla del Camino Real. Fuiste tú, Tikki, quien nos advirtió que nos lanzáramos al suelo.

—Por supuesto. —El asentimiento que hizo, fue tan sublime que Marinette casi sintió la necesidad de inclinarse hacia adelante y prestar atención. Max se encargaba de dirigir el bote, pero al igual que Adrien había sido un asiduo fanático del caballero de las Leyendas y todo aquello le parecía demasiado excitante—. Cuando nos conocimos te conté que vengo del reino de la nube, ¿no?

—Sí.

—Pues fue allí donde conocí a Plagg. —El muchacho hizo un gesto, incómodo y apartó la vista. Adrien le había suministrado una generosa cantidad de Camembert para el viaje, pero el vaivén de la madera sobre el agua le revolvía el estómago, y una punzada de disgusto por aquellos recuerdos que asaltaban su memoria le impidieron llevarse al menos un trocito a la boca.

—Entonces... tienen que contármelo todo. No más secretos conmigo, por favor. Si vamos a estar en esto juntos, lo menos que puedo pedirles es que confíen en mí.

—Por supuesto que sí, mi señ...

—No. —Marinette hizo un gesto profundo de negación—. Ya no soy eso nunca más. Llámame Marinette, por favor.

Los Reinos Celestiales (Miraculous)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora