11. El misterio de la Doncella (Parte II)

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El nerviosismo de la dama se traducía en sus pasos.

La verdad es que no era la mejor bailarina con la que el príncipe de la Luna hubiera compartido la pista, pero aquel misterio con el que se atrevía a aparecerse en el lugar lo compensaba.

—Estoy seguro de que no eres de este reino. —Ella no dijo palabra. Luka fue paciente, le dio una vuelta y luego la vio asentir. Una de las plumas azules de su antifaz también se movió de forma afirmativa—. Creí que los Agreste sólo habían traído consigo a seis doncellas nobles, y ya las he conocido a todas.

Sus labios, lo único que podía verse a parte de una seña de sus ojos azules, sonrieron. Luka pensó que era una sonrisa muy adorable hasta que la muchacha lo pisó, y él supo que fue apropósito.

—Por lo que veo distas mucho de ser una dama.

—Es un príncipe muy observador. —Le dijo por fin. Luka de verdad pensó que aquella era la voz más hermosa que había escuchado nunca. Incluso en el timbre con el que hablaba había una pizca de rebeldía, pero no una sublevación impúdica como la de aquella Lila Rossi, sino una más gallarda que sin duda resultó cautivadora para el príncipe azul.

—Entonces sí hablas. ¿Por qué me ocultas tu rostro?

—Existen cosas que deben ser mantenidas en secreto, mi príncipe. —Él iba a responder algo, pero en ese mismo momento la muchacha dio una vuelta y aceptó la mano de otro caballero. Luka la perdió de vista un segundo mientras las mujeres iban pasando de una en una, dando vueltas en modo reverente hasta que cada una volvió a quedar con su pareja inicial y el baile continuó. Fue en ese momento que el príncipe de la Luna comprendió que la enigmática dama había tomado aprovecho del cambio de pareja para alejarse de la pista de baile, ya que ninguna doncella regresó a él.

— ¡Rayos! —masculló por lo bajo y se abrió paso mientras la buscaba, pero no corrió con ninguna suerte. Aun así, sonrió, porque sabía que dondequiera que escuchara aquella voz sería capaz de reconocerla y la encontraría...

***

El corazón casi se le salía del pecho. Marinette se apretó la mano en el lugar con fuerza y aceptó el vaso de agua que la chica le tendía.

— ¿Pudiste encontrar a tu príncipe? —le preguntó. Sus ojos eran tan grandes que a la nerviosa Marinette le costaba aceptar que tenía su misma edad.

—No exactamente...

— ¿Pero pudiste bailar con él, no?

—No... bueno, si bailé con el príncipe, pero no exactamente con el príncipe que debía haber bailado. —por la expresión del rostro de la chica Marinette supo que no había comprendido del todo, pero estaba tan exaltada que no se molestó en explicarle nada.

— ¿Dónde está Tikki? —preguntó la muchacha. Cuando buscó con los ojos, un mechón rubio le cayó sobre las pestañas y ella se lo retiró detrás de la oreja.

La otra chica, la pelirroja le había dicho que Rosita era una costurera que al igual que ella el príncipe Luka había acogido en el castillo. Marinette pensó que aquel muchacho era un tanto extraño. Se rodeaba de gente sencilla, y a pesar de que en la fiesta había un montón de doncellas aún más bellas y nobles que ella, se había lanzado sin ningún tapujo a cortejarla.

—Vendrá pronto, —titubeó Marinette—...c-creo que tenía algo que hacer. Si quieres, yo me haré cargo del resto. —Le tomó las manos a la chica, muy agradecida—. Muchas gracias.

—Tú luciste mi vestido, así que quien tiene que agradecerte soy yo.

—Te ruego que no le cuentes a nadie que estuve aquí. No fui invitada al baile, y si me descubren, Tikki estará en problemas por haberme ayudado.

Los Reinos Celestiales (Miraculous)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora