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Entonces exploté, dejando tan solo cráneos y cenizas a mí alrededor. Las cuencas vacías de sus ojos me miraban y sentí que me atravesaba la nada y el vacío. Me invadió un frío gélido pero no me arrepentí, no me arrepentí de haber causado tanto horror. Así que volví a explotar, está vez de forma intencional, y una vez más, y otra y otra. Mi único arrepentimiento fue no haber explotado antes.

Textos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora