X

3 0 0
                                    

En aquellos momentos aislados ya no quedaba humanidad en nosotros, entonces solo éramos bestias sin cerebro y sin corazón. Tú lo disfrutabas como su sólo vivieras para esos momentos, yo, en cambio, los lloraba en la poca alma que seguía consciente. Tú bailabas y reías orgulloso y rugías y dañabas mostrando tanta felicidad como la de un niño con un juguete nuevo. Yo también arañaba y hería, pero cada gota de sangre que salía, cada pedazo de carne rasgada y cada ojo ya sin luz me marcaba como si fuera hierro al rojo vivo. Cuando volvíamos a se humanos tu intentabas sacar a la bestia mientras yo la escondía... Hasta hoy, que lograste matarme con una sonrisa de odio y un abrazo con garras y malas fuerzas.

Textos del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora