Capítulo 40

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Compass - The Neighbourhood.

—¡¿Cómo qué no lo encuentran?!— me sobresalto al escuchar el grito fuerte de Grigory en la planta baja

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—¡¿Cómo qué no lo encuentran?!— me sobresalto al escuchar el grito fuerte de Grigory en la planta baja.

Hace bastante tiempo que no lo escuchaba gritar de tal manera. Algo en verdad lo tiene enfadado.

—¡¿Cuándo será el día que puedan hacer su trabajo como les ordeno?! ¡Esta mierda me esta empezando a cansar!— emparejo la puerta de la recámara para escuchar mejor, lo sé, que chismosa soy.

—Mister, le juro que no sabemos cómo logró escaparse— dice al parecer uno de sus gorilas.

—Se están mereciendo un castigo todos— murmura pero clarito alcanzo a escuchar.

¿Castigarlos? Ni que fueran unos niños pequeños para ser castigados.

Será mejor que vaya a ver lo que sucede o mejor no, no quiero que se cabree más de lo que está. Mejor sí voy, si me intenta gritar lo seco a dormir al patio, ahí con los insectos para que se le quite y aprenda a no gritarme.

Uau, creo que ya estoy agarrando manías de una madre.

Tranquila, salgo de la recámara y me dirijo a donde provienen los gritos del ruso.

—Rebecca no se puede entrar por nada del mundo, así que dile a los demás que mantengan sus bocas cerradas sino quieren tener problemas conmigo. No porque soy feliz a un lado de mi mujer y mis bebés quiere decir que se libran de mí, ahora sal de mi vista que me irrita tu presencia— eso fue bastante grosero.

—Sí mister— el hombre pasa por un lado mío—. Permiso miss— yo le sonrío.

Su figura alta está de espaldas analizando hacia afuera por medio del ventanal, luciendo algo  —bastante— preocupado.

—Eso fue bastante grosero, Grigory.

Rápido gira su cuerpo hacia mí.

—¿Qué haces aquí? Deberías estar en la cama.

—Con tus gritos no hay forma de poder estar tranquila en cama.

—Lo siento, es solo que esos cabrones no hacen su puto trabajo como les ordeno— gruñe.

—Tranquilizate Grigory.

—Eso intento— pasa sus manos por su rostro frustrado. Me acerco a él y lo abrazo, no es la gran cosa pero quizá eso lo pueda tranquilizar un poco.

—¿Qué sucede?

—Nada, cosas del negocio.

—No tienes porque mentir— levanto mi rostro al suyo.

—No lo estoy, son solo cosas del negocio y ya. De hecho hoy ocupo que me acompañes a una gala de empresarios. Ya sabes, soy dueño de algunos edificios y ocupo asistir a esa fiesta.

Bajo Su Sombra (2º) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora