Capítulo 9

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Je te laisserai des mots - Patrick Watson.

Escucho música en el volumen más alto posible con los audífonos que me compró el amargado de Dobrowhiskas

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Escucho música en el volumen más alto posible con los audífonos que me compró el amargado de Dobrowhiskas. Mi espalda está aplastada en el colchón, mientras las puntas de mi cabello casi roza el suelo. He estado tanto tiempo en la misma posición, que ya siento hormigas correr por mi rostro. Lo ignoro y sigo disfrutando de Adele.

Son una maravilla estos audífonos, debí haberlos comprado mucho antes. El color es lindo, aunque no tengo ni la menor idea de por qué los elegí rose gold si ese color nunca me ha fascinado. Es lindo —como ya lo he mencionado—, pero muy femenino para mi gusto.

Ahora que lo pienso, creo que me he pasado de lista en hacer que Grigory me comprara unos Beats, pero vamos, el tipo dijo que me podía comprar lo que sea, pues entonces yo aprovecho, ¿no? Estas oportunidades no te las ofrecen todos los días.

La canción termina y comienza a sonar "Je te laisserai des mots" de Patrick Watson, dejando detrás las insuperables canciones de Adele. Ahora, esta canción es una belleza. Me lleva de regreso a la madrugada en la que escuchamos la canción y Nicole dijo que le fascinaría bailar esta canción con la persona de la cual ella se enamorara profundamente, por eso es que decidí memorizar la letra y cantar la canción en su boda, pues supe que sería la ocasión perfecta para convertir en realidad el deseo de mi mejor amiga. La manera en que ella ama a Maximiliano, me dio razones para perfeccionar mi francés. 

Si tuviera que mencionar una persona que merece todo mi cariño, apoyo y amor, en definitivo es Nicole, ella ha estado conmigo en mis momentos más altos y también bajos. Me gusta creer que es un ángel que me enviaron mis padres del cielo para empujarme a seguir adelante, para aplaudirme aun así este en el suelo al borde de tirar la toalla.

Canto la canción en voz baja, al mismo tiempo que cierro los ojos y dejo la letra sentarse en mi pecho.

Al volver a abrir los ojos, me saco un tremendo susto:

—¡Ah! —grito, cayendo al suelo.

Retiro los audífonos de mis oídos sin dejar de mirar a Grigory.

¿Qué no sabe que se me puede parar el corazón con sus repentinas apariciones?

—Ten cuidado —gruñe, arrodillándose para ayudarme.

—Me asustaste, tonto.

—Galina vino para decirte que la cena está preparada, pero tú nunca respondiste la puerta, entonces tuve que venir yo personalmente.

—No la iba a escuchar con los audífonos puestos —ruedo mis ojos.

—No deberías de escuchar la música tan fuerte.

—¿Mande? —me pongo los audífonos.

Grigory rueda sus ojos y me quita los audífonos para después tirarlos a la cama. Si me hubiera arrancado aunque sea un pelo, le habría rayado la madre.

Bajo Su Sombra (2º) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora