Capítulo 50

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Que puedo decir

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Que puedo decir...han pasado nueve meses desde el nacimiento de mis hijas y claro, el incidente del intento fallido de Jacob por asesinarme. De tan solo recordarlo, mi piel se pone chinita. Quizá no fue la mejor forma de recibir a mis hijas pero sí estoy agradecida de que están conmigo y yo estoy con ellas. Mi mayor miedo era abandonarlas con su padre, ellas me necesitan al igual que su padre me necesita a mí.

Hace tres meses atrás empecé a ir al psicólogo. Así es, al psicólogo. La señora que me atiende se llama Barbara, y con ella he compartido toda mi vida. Honestamente, me siento muy cómoda conversando con ella. Puedo llorar, sentir algo de rabia o sonreír y ella me ayuda a superar mis dolorosas experiencias.

Me doy cuenta que muchas cosas que llegué a pasar por a un lado como si no significaran nada, en realidad, sí me tienen herida. Hoy en día, ya no me siento patética por todo lo que he vivido, me siento como una guerra porque sigo manteniéndome en pie. Soy una mujer fuerte.

Dejando de lado mis visitas al psicólogo, ya nos mudamos fuera de San Petersburgo a...tambores por favor ¡Lucerna, Suiza!

Estoy enamorada de este lugar. Todo es rústico y verdaderamente hermoso, lleno de color y vida. Y bueno, Grigory decidió hacer una casa, o mejor dicho, una mansión a las afueras de la ciudad, entre las montañas para ser más precisa. Ahora espero con ansias la temporada de frío, he visto en internet que la ciudad se ve bellísima en esas épocas.

Lo malo de todo este cambio, es que ahora debo aprender a hablar alemán para poder defenderme. Es una lástima porque tardé bastante en aprender ruso y ahora necesito aprender otro idioma. Tan fácil que sería mudarnos a un lugar cerca de San Petersburgo, pero al parecer Grigory quería deshacerse de todo lo relacionado con Rusia. Una vez me dijo que era para protegernos.

En cuanto a nuestras pulgas, ellas crecen cada vez más, y esos ojos azules verdosos los tienen igualitos a su padre. Que bueno porque mi color de ojos es aburrido. Las pequeñas son una combinación extraña, tienen los ojos de Grigory pero en definitiva tienen mis facciones y cabello.

No hay duda que mi vida está completa, tengo a mis hijas, a mi esposo; mi alma gemela, y una vida por delante que me falta experimentar a un lado de mi familia.

—¿En qué tanto piensas?— Grigory enreda sus brazos en mi cintura.

—En lo feliz que soy.

—Imagínate lo feliz que soy yo— dice muy sonriente—. Tengo a la esposa más preciosa del universo y dos pulgas divinas cómo su madre.

—¿Seguro que sigo siendo hermosa? Ahora tengo más estrías, la cortada de la cesaría en mi vientre, y ya no estoy tan delgada.

—Sigues siendo sexy— susurra en mi oído—. Hasta creo que me enamoré más de lo que estaba.

—¿En serio?

—Claro, nena. Tus caderas se ensancharon más, tu trasero sigue igual de grande y tus senos, uff, algo sucedió con ellos porque ahora me gustan más.

Bajo Su Sombra (2º) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora