Capítulo 33

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Safe & Sound - Taylor Swift. Joy Williams, John Paul White.

4 meses después

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4 meses después...

La vida se ha vuelto muy rutinaria desde que me salí de la casa de Grigory. Todavía sigo viviendo en casa de Jonathan, pese a que consideré múltiples ocasiones regresar a Estados Unidos, sin embargo, no lo hice porque hay algo que me tiene anclada a este país, o más bien, alguien. También sigo trabajando en el salón de belleza, la verdad, me gusta bastante el empleo, además de que, gracias a trabajar aquí, ya entiendo el ruso, el hablarlo, bueno... eso todavía sigue en proceso.

La separación con Grigory ha sido difícil, los primeros tres meses lo extrañaba a cada segundo, llorando como cualquier persona que termina con su pareja. Donde sea que fuera me consumían las lágrimas, más cuando estaba sola. Después me mentalicé que ya no podía permitir llorar porque mis bebés sienten mis emociones. Ahora ya no lloro, solo me pongo a pensar en lo mucho que extraño nuestra relación. A pesar de los meses que han pasado, considero que ese vacío en mi interior va a ser algo complicado de curar.

En cuanto a mis bebés, esas criaturas hermosas están creciendo sanas en mi vientre. Unas semanas atrás, por fin se reveló el sexo de mis bebés... ¡Son dos nenas! He pensado en algunos posibles nombres para mis bebecitas y creo ya tener algunos en mente.

—¿Qué tienes en esa cabecita tuya? —cuestiona Jona.

—Nada, solo estaba viendo la camioneta de Adrik. Me enfada tener a personas cuidando de mí.

Acabo de decir que no sé mucho de Grigory —porque es lo cierto—, pero el hombre sí se ha encargado de tener a gente cuidando de mí las veinticuatro horas del día, al igual que mandarme dinero a través de sus sicarios, lo cual declino de la manera más educada. No ocupo el dinero de Grigory, por eso estoy trabajando para solventar mis gastos y los de mis bebés.

—Ese ruso todavía te quiere. Deberías contestar sus llamadas.

Lo miro tan rápido como puedo y alzo las cejas, indignada.

—¿Por qué andas de metiche en mi celular?

—Yo no ando de metiche, solo que tú dejas el celular por donde quiera y pues el ruso te marca. Además, con ese apodo, todo el mundo sabe de quién se trata.

—La última llamada que tuve de él fue hace un mes.

—Que poco aguanta —resuella, tirando los brazos al techo.

—Déjalo ya, Jona.

—Si hubiera venido a buscarte, de seguro te hubieras escondido en el baño hasta que se fuera.

—Jona, tienes a una clienta a quien atender —señalo a la señora Vasiliev. Es una clienta que frecuenta muy a menudo el salón para darse sus retoques de belleza.

Bajo Su Sombra (2º) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora