Capítulo 20

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—Sigue investigando

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—Sigue investigando. Esto no me da buena espina.

—A tu novia le gustan los chicos malos —ríe.

Le gusten o no, no voy a permitir que le toquen ni un solo cabello.

—Hmm —es mi única respuesta, pensando en mil cosas a la vez.

—Estamos en contacto —estrechamos nuestras manos, dándonos un fuerte apretón.

—Mantenme informado, por favor.

—Sí, hombre. Tú solo cuida bien a la chica.

—Ya lo hago.

—Pues cuídala mejor, por seguridad.

—Parece gustarte Rebecca —gruño, dirigiéndole una mirada seca.

Ya no me agradan tanto sus comentarios hacia Rebecca. Asocian a los mafiosos como hombres posesivos y celosos, lo cual trato de negarme rotundamente al considerarlo un estereotipo nefasto, como cuando Rebecca asumió que me drogaba solo por a lo que me dedico, sin embargo, cuando se trata justo de esa misma mujer, no puedo controlar lo que siento.

Joder, hasta mariposas siento en el puto estómago, cosa que solo llegué a experimentar con mi primer amor. 

—Es guapa, pero no para gustarme, además, solo te estoy recomendado cuidar muy bien de ella.

—Más te vale. Y yo cuido muy bien de ella. Adiós —me alejo de él, tomando rumbo en búsqueda de Rebecca.

¿Dónde podrá estar? Quizá en la barra, aunque no lo creo, ambos quedamos en un acuerdo: trabaja conmigo, no alcohol. Igual, no hay muchas esperanzas de que me haga caso; le gusta darme la contraria con tal de molestarme. Lo que ella no sabe, es que me conmueve que sea tan opuesta a mí. Digo, sí me molesta cuando hace lo contrario, pero a la vez me gusta. Ella tiene los ovarios para retarme, cosa que muchas personas no la tienen por miedo a como vaya a reaccionar. Al mismo tiempo agradezco que me tengan respeto, así no tengo que andar correteando a humanos como ovejas en un sendero. 

Decido ir a buscarla al baño de damas. Ahí espero alrededor de unos cinco minutos y nada. Una última opción es la mesa de bocados, como no ha desayunado, es muy probable que esté agarrando más pastelitos.

Desde lo lejos la veo comiendo. Se ve tan chistosa retacando tantos bocadillos en su boca, me recuerda a cuando era un niño y me metía los dulces a la boca para que mis papás no me los quitaran.

Con el vestido azul rey que mande a escoger exclusivamente para ella, resalta entre la multitud de mujeres. Se ve como una reina, mientras los demás parecen peones a su lado. Lo que necesita, es un rey. Un buen rey, no cualquier espécimen. Ella necesita a alguien que la haga florecer cada día más.

A mi cabeza viene el recuerdo de ella meneando sus caderas con demasiada sensualidad la noche de su graduación. Si no fuera porque mi madre me ha enseñado a respetar y ser un caballero, no sé qué hubiera hecho. Bueno, por mi cabeza sí imaginé varias escenas. La que más ha resaltado, es de yo agarrándola de la cintura y pegándola a mi pecho para dejarle un caluroso beso en el arco de su cuello.

Bajo Su Sombra (2º) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora