Capítulo 8

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Electric - Alina Baraz ft. Khalid

—Pásame a Vadhir

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—Pásame a Vadhir.

—Estoy en el baño. Él se quedó en la barra.

—Voy enseguida. No se muevan de ahí.

—Está bien, aquí te esperamos.

Cuelgo la llamada, guardando el móvil en el bolsillo de mi pantalón.

Fijo mi mirada en el espejo y me doy cuenta de que me veo pálida, así como si estuviera a punto de perder conocimiento. No puedo gastar tiempo, así que lavo mi rostro con el agua más helada que salga de la tubería intentando apaciguar el malestar, pero no hay ningún efecto positivo, más incrementa conforme avanzan los segundos.

Opto por aferrarme del lavamanos, no vaya a ser que pierda el equilibrio y me golpee la cabeza. En lugar de terminar inconsciente, terminaría muerta.

¿Quién mierdas nos drogaría?

En ese momento tocan la puerta, por lo que me aparto del lavamanos al imaginar que se trata de Grigory o Vadhir.

—Hola, hermosa, nos encontramos de nuevo —me toma del cuello el mismo tipo que le he rechazado los tragos.

—Suéltame —toso, mientras forcejeo para que me suelte—. Me lastimas.

—¿Ya te hizo efecto, verdad? —no respondo nada al sentir un bajón. El hombre me golpetea la mejilla para mantenerme despierta—. Quizá ahora sí nos podemos divertir.

—De... ja... me —apenas mascullo.

—No... te... voy... a... dejar —al terminar, comienza a carcajearse, ocasionando que mi cabeza pulse de dolor—. Te escuchas tan estúpida, aunque eso no te quita lo hermosa.

Aplasta mi cuerpo contra la pared, de modo que siento estremecerme por el frío contacto del material. Estando en otra ocasión sería placentero, en esta ocasión es detestable. 

—Hueles delicioso —aspira mi cuello.

De nuevo, trato de separarme, sin embargo, mi cuerpo no me lo permite.

Su mano se introduce por debajo de mi camisa para acariciar mi abdomen. Después sus labios se acercan peligrosamente a mi boca.

No puedo creer cómo es que una persona no puede aceptar que un maldito no. Su egoísmo daña a otros. Los destroza. Y lo peor de todo, es que no tienen remordimiento, se vuelven inmunes a sentir lástima por las personas inocentes.

—Aléjate —repito, entrecortada.

—Nadie me rechaza una copa. Ahora tu cuerpecito será mío.

—Su cuerpo no será de nadie, cabrón —Grigory espeta más que furioso.

El hombre voltea a su hombro, donde tiene a un Grigory parado en la entrada con su nariz arrugada y puños los suficientes apretados para convertir en blanco sus nudillos.

Bajo Su Sombra (2º) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora