Capítulo 21

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I miss you, I'm sorry - Gracie Abrams

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Narrando Grigory Dobrovolski.

No es un buen día. Acabo de ver a la mujer que quiero marcharse de regreso con su familia y por más que busco sentir alivio porque me quita una responsabilidad menos de encima, no puedo, al contrario, me siento... triste.

Pocas veces el experimentado la tristeza, cuando era un niño seguro lo vivía más, sin embargo, una vez mi padre me empezó a entrenar a ser un líder que tomaría el mando de su imperio, aprendí a convertir la tristeza en rabia, en venganza; es más eficaz en mi mundo manejar ese tipo de sentimientos que me hacen más fuerte y dominante a otros sentimientos que me debilitan.

Por eso debo agarrar el toro por los cuernos y valerme una mierda que Rebecca se acaba de marchar.

Pero no puedo.

A pesar de que me gustaría decir "hay millones de mujeres en el mundo, no importa", no puedo soportar esa mentalidad cuando sé que sí, efectivamente hay millones de mujeres en el mundo, pero ninguna se compara a Rebecca Jones.

Estoy enamorado de ella a tal punto que parezco un crío exigiendo que se le dé lo que tanto le pidió a la estrella fugaz que vio caer y nunca se le cumplió.

Cuando me confesó ya no amar a su imbécil exnovio, hubiese querido tener los huevos para explicarle las un y millón de razones de por qué yo sí la amaría, respetaría y, por supuesto, protegería de cualquier pendejo. Joder, ni siquiera ocupé que fuera algo mío para protegerla.

No lo hice, porque entendí que ella no me quiere tanto como yo la quiero.

—¿Y Rebecca? —pregunta mi mamá en cuanto me ve llegar a casa sin ella.

De seguro algún empleado le dijo que habíamos salido juntos esta mañana.

—Terminamos —le paso por a un lado, sin ganas de dar explicaciones.

¿Pero de qué estás hablando? —se altera tanto que me termina hablando en francés.

—¿Tienes tus maletas listas? Tengo unos asuntos que atender —digo a cambio.

Una de las cosas que me tiene feliz de esta mañana, es de que por fin me voy a deshacer de Katrina. Su padre esta vez se va a dar cuenta de que, de ninguna manera, me puede atar a su hija, y si intenta una vez más, lo voy a matar.

—¿Y se fue sin despedir? —insiste con el tema de Rebecca—. Pero no lo entiendo, tú quieres a esa mujer, ¿qué pasó para que, de un día para el otro, terminaran así por nomas?

Sigo caminando hacia mi oficina con la poca esperanza de que entienda que una: no quiero hablar de Rebecca y dos: tengo cosas que hacer.

>>Grigory, hazme caso en este instante —riñe.

Bajo Su Sombra (2º) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora