Capítulo 2

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How - The Neighbourhood

How - The Neighbourhood

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Narrando Rebecca Jones.

Poco a poco abro mis ojos, despertando del sueño que me hacía falta tomar desde hace meses. Giro mi cuerpo sobre la cama, desorientada, y me percato de que estoy en una habitación que no es la mía.

El motor en función me señala que estamos en movimiento y, por la presión que percibo en mis oídos, deduzco que me encuentro en un avión, rumbo a dónde, es la buena pregunta, porque no tenía planeado ningún viaje.

¡Grigory!

Pego un brinco fuera de la cama y abro la puerta sin amabilidad. Creí que me iba a encontrar con Grigory, pero, en cambio, me encuentro con varios hombres, unos con cara más terrorífica que otros. Ellos se me quedan viendo como si tuviera manchada la ropa de ketchup, así que bajo mi cabeza y es entonces cuando me doy cuenta de que traigo puesta ropa que hace verme chistosa de tan grande que me queda.

—¿Qué? ¿Nunca habían visto a una chica con ropa de hombre? —me cruzo de brazos.

—Buenas, bella durmiente —la voz gruesa de un hombre resuena en el interior de lujo.

El montón de hombres abren paso hasta dejar a la mira la figura alta del ruso. Ya no viste la misma ropa de unas horas atrás, ahora trae puesto un pantalón gris de vestir y una polo rosa de botones.

Nada más de recordar la razón detrás de por qué se ha cambiado de ropa, se me retuercen las tripas.

—¿A dónde me llevas? —refuto y regreso al pequeño cuarto, estampando la puerta.

—¿Cómo quieres que te diga si te vienes a encerrar a este cuarto? —dice al atravesar la puerta. La cierra para impedir que sus guardaespaldas, matones, sicarios o como le quieran considerar, escuchen la conversación.

—Me secuestraste —chillo.

—No, nena. Te rescaté.

—No soy un perro como para que digas que me rescataste.

—Tú sola te ofendiste.

—Me secuestraste —repito.

—Te rescaté —vuelve aclarar con su ceño fruncido.

—Tus facciones nunca cambian. Deberías considerar casarte.

—En mi vida no existe el amor.

—Uy, perdón señor que no se enamora —alzo mis brazos, moviéndolos de un lado a otro.

—Para personas como yo, solo existe el peligro.

—Y de pensar que me besé con un mafioso acabando de botar a un mafioso, ¿loco, no crees? —suelto una risa seca.

—¿Entonces si lo recuerdas? —murmura con cierta perplejidad.

—Por supuesto. Estaba borracha, pero no tanto.

Bajo Su Sombra (2º) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora