El Rey de las Tinieblas tiene un lema inquebrantable: en su mundo no existe el amor, solo el peligro. Al menos eso creía hasta que conoció a Rebecca Jones.
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Grigory Dobrovolski, un hombre que las demás personas lo ven como un empresar...
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Narrando Rebecca.
Por fin ha llegado el gran día, un día inolvidable tanto para mí como para Grigory. Aquel que solo se vive una vez en tu vida.
Estoy a unos maravillosos minutos de ser la señora Dobrovolski, la esposa del hombre que me rescató de mis demonios y me ayudó a encontrar el verdadero amor. Ese amor que toda chica anhela tener una vez sea grande, un amor que yo nunca pensé tener al creer que la felicidad no existía para personas como yo. Después de todo, merecemos experimentar ese sentimiento, mejor conocido como amor y felicidad.
—Te amo— dice sin siquiera hablar pero con él solo movimiento de sus labios comprendo lo que me quiere decir.
Una risa se forma en mis labios, de esas sonrisas que pocas veces se esbozan desde el fondo de tu alma. Una sonrisa pura.
Giro mi rostro hacia las bancas, donde nuestros amigos y familiares están reunidos para celebrar nuestra unión bajo el sagrado poder de la iglesia.
Mentira si dijera que no siento nostalgia al saber que quizá en esas bancas pudieron haber estado mis padres y mi pequeño hermano. Sin embargo, sé que ellos están presentes, siempre lo están, solo que no los veo porque ocupan un valioso espacio dentro mi corazón.
—Por el poder de la iglesia, los declaro marido y mujer— dice el sacerdote con una voz fuerte y clara, entusiasmado al público—. Puede besar a la novia.
Grigory no toma desapercibido su tiempo, así que rápido enreda sus brazos en mi cintura y une nuestros labios en un delicado beso.
Los aplausos y gritos de los demás estallan inundando el sonido tan energético en cada rincón de la hermosa catedral de San Isaac.
—Te amo— dice al finalizar nuestro primer beso como marido y mujer.
—Y yo a ti.
Entrelaza nuestras manos y caminos por el medio de las bancas recibiendo más chiflidos y pisando la maravillosa alfombra roja siendo cubierta por pétalos de rosas blancas.
Una vez afuera, un lujoso auto blanco espera por nosotros para llevarnos a donde será nuestra celebración de recién casados; en el patio de nuestra casa.
No obstante, no partimos sin antes juntar a la damas para ver quien recibirá el ramo de flores luminosas que sostengo entre mis manos.
—¿Están listas?— cuestiono.
—Tú solo tíralo— dice Nicole.
—Ahí va— lo aviento al aire y después giro para ver quien logra atraparlo.
La acompañante de Jayson es quien recibe el ramo. Su rostro es de sorpresa, yo estaría igual si fuera ella. La chica es bastante joven pero es bellísima.
