Capítulo 15: Verdades

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Estoy cansada

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Estoy cansada.

No solo por lo sucedido ayer, eso todavía es confuso para mí. Si no físicamente. Mi cuerpo duele como si hubiera corrido un maratón y tengo un insufrible mareo. No podré ir a la escuela así.

Me levanto de la cama como puedo, ignorando el dolor que aumenta cada vez más volviéndome débil. Una vez estoy de pie, dirijo mis pasos a la puerta del baño. No estoy ni cerca de llegar cuando no puedo con el dolor y caigo al suelo. Pongo las manos para evitar golpearme la cara. Cierro los ojos, contrayendo mi rostro en dolor.

—Grace, ¿qué fue eso?

La voz de Asher suena al otro lado de la puerta, pero no tengo energía ni aliento para responder.

La puerta se abre de inmediato y siento como tira de mi brazo para levantarme y recostarme sobre su pecho. En cada movimiento mi cuerpo pide a gritos que se detenga, más yo no puedo hablar.

—¡Mamá! ¡Ven rápido!

Sé que sigo despierta porque distingo la preocupación en su voz. Quiero decirle que estoy bien, pero mi boca se niega a hablar. Siento como me abraza, susurrando cosas, mientras acaricia mi cabello. Otra voz aparece, está vez tornándose alterada. Entreabro los ojos, lo más que mi débil cuerpo me lo permite. Alguien me separa de Asher para cargarme en sus brazos.

Las voces se confunden, se escucha el motor de un auto, el frío me hace estremecer y después, no siento nada.

♡♡♡

Los párpados me pesan. Quiero moverme, pero mi cuerpo se niega a hacerlo. Apenas soy consciente de dónde estoy. Escucho voces, algunas desconocidas, hablando a lo lejos.

Con esfuerzo entreabro los ojos, detallando el lugar a través de mis pestañas. Diviso a papá y Kristal cerca de la puerta conversando con alguien más. Emito un jadeo cuando trato de mover el cuello.

—Despertaste.

Esa voz. Giro como puedo el cuello para mirarlo. Está sentado a mi lado, mirándome como si fuera un milagro. Esbozo una pequeña sonrisa.

—Hola, Ashie —Mi voz sale rasposa y poco audible.

—Maldita sea, Gracie —Un apretón en mi mano me hace darme cuenta que él la sujeta—. Nos asustaste a todos. ¿Cómo te sientes?

—¿De verdad quieres que responda?

Reímos, aunque mi risa se parece más a un quejido.

—Hija.

De inmediato sus pasos se apresuran.

—Gracias al cielo estás bien —Posa una mano sobre mi cabeza, dándome un beso sobre la frente—. Nos tenías preocupados, pequeña.

—Lamento haberlos hecho pasar por esto.

—No, cariño. Tú no tienes la culpa —Interviene Kristal.

Mi último deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora