Capítulo 2: Temores

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Desde ese día sufro de insomnio

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Desde ese día sufro de insomnio. También tengo horribles pesadillas con mi madre, pesadillas donde la veo morir una y otra y otra vez.

Es horrible.

No se lo comenté a George para no preocuparlo, pero dudo que pueda ocultarlo durante más tiempo. Tendré que acostumbrarme. Hoy es sábado, lo que significa que todos estarán en casa. He decidido darme el tiempo para conocerlos. Los conozco desde hace pocas horas pero presiento que me quieren en su vidas, o eso aparentan. Se han comportado muy amables conmigo. En especial Kristal. Adaptarme al cambio no será fácil, pero haré mi mejor mi esfuerzo. Y haré un mayor esfuerzo por mantenerme fuerte. Lo que será difícil porque cada vez que despierto de las pesadillas, me atacan unas inmensas ganas de llorar y un sentimiento de vacío. 

George me pidió irme con él ese día, pero me negué. Era muy pronto. Así que después del trabajo iba a verme. Se quedaba hasta la hora de le cena para asegurarse que comiera algo. Lo peor venía a la noche. No era la primera vez que estaba sola, puesto que ella solía trabajar doble turno y llegaba hasta la mañana, pero ahora era diferente. Se había ido. Esa noche hecha un ovillo en su cama, sumida en la soledad y oscuridad, lloré hasta quedarme dormida. Lloré como nunca lo había hecho. Gritaba, maldecía, pero nada me aliviaba. Solo podía recordar que la persona que más amo se había ido y jamás volverá.

Sin darme cuenta las lágrimas empezaron a salir. Las limpio con brusquedad y entierro la cara en la almohada. Debo ser fuerte.

Unos golpes resuenan en la puerta y se abre.

—¿Estás despierta? —Es Asher. No quiero que me vea así. Intento hacerme la dormida, pero un sollozo me delata.

—Grace —dice suave. Me siento dándole la espalda.

—Estoy bien —Vi voz refleja lo contrario. Sus pasos son cautelosos, como si hiciera algo indebido. Se sienta a mi lado guardando distancia.

—¿Quieres contarme? —No quiero hacerlo, pero necesito desahogarme con alguien. No soporto este dolor.

—Mi mamá —Hipo—, ella está muerta —Más lágrimas ruedan por mis mejillas.

Se me hace un nudo en la garganta y mi vista se nubla. No soy fuerte, no puedo.

Sin esperarlo, Asher me atrae él y me abraza. Comienza a frotar mi espalda de manera suave y descansa su mentón en mi cabeza. Se siente diferente a cualquier abrazo. A pesar de no conocerlo me siento cómoda y creo que me hace sentir mejor. Su calor es reconfortante e instintivamente paso mis brazos por su torso. Él me acerca más y acaricia delicadamente mi cabello.

—Llorar es bueno, libera el alma del dolor y cura las heridas que nadie ve —susurra. Recuesto mi cabeza en su pecho y me concentro en los latidos de su corazón. Su respiración cálida baja por mi cuello y calma mis sollozos poco a poco. Me separo después de unos minutos. Mientras limpio mi rostro lo observo. En sus ojos no hay lástima, no me mira como si fuera un animal indefenso que necesita ayuda. Me mira con cariño, transmitiéndome la paz que necesito.

Mi último deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora