Capítulo 3: Rubias y vecinos

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Grace, ¿en qué estabas pensando?

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Grace, ¿en qué estabas pensando?

Claramente no estaba pensando cuando acepté venir. ¡Esto es una locura!

Me encuentro encogida en el asiento del auto, pensando en volverme a casa o entrar. Kristal se ofreció a traernos y cuando Asher se opuso diciendo que sería vergonzoso que lo llevara, supo que era la oportunidad perfecta. Comienzo a creer que molestar a su hijo es su deporte favorito.

—¿Saldrás del auto?

No quiero, pero ya no hay marcha atrás. Sintiéndome la gallina más temerosa del gallinero, tomo las cuerdas de la mochila y la miro por el retrovisor.

—Estaré bien —miento.

Kristal no parece convencida, pero no dice nada. Abro la puerta y salgo.

—Que tengan un lindo día —dice antes del marcharse.

Lindo día. Eso ya lo veremos.

La escuela luce normal por fuera, tan normal y amigable que asusta. En las películas de terror el lugar más inofensivo resulta una trampa. Si aparece un zombie me largo.

Me cuelgo la mochila y miro a Asher. Me regala una dulce sonrisa logrando calmarme un poco. Toma una de mis manos y la frota.

—Estarás bien, es solo una escuela.

Corrección: una nueva escuela, en una nueva ciudad donde no conozco a nadie.

Entramos juntos y de inmediato los ojos de todos recaen sobre nosotros. Muchas personas nos miran, algunos confundidos y otros con curiosidad. Hasta puedo jurar que unas chicas me miraron molestas. Excelente, Grace. Apenas llego y les caigo mal.

Me pregunto qué tipo de reputación tiene Asher, porque esta atención no es de alguien normal. Si fuera un estudiante más, me miraran curiosos, pero no le tomaran importancia. Mientras avanzamos nos siguen con la mirada, como si trataran de averiguar quién soy. Él las ignora, pero es más que obvio que sabe lo que pasa. Un pensamiento cruza mi mente, uno que me dice: Asher no es un chico cualquiera. Cruzamos los pasillos para dirigirnos a la primera clase: Literatura. No todo está en mi contra. Cuando entramos al salón más personas nos miran.

¿Esto clasifica como acoso? Porque me siento acosada.

El timbre suena y el resto de los estudiantes entra. Asher se sienta al fondo de la clase con los que intuyo son sus amigos. Yo como buena niña, decido tomar asiento a la mitad del salón. La profesora entra y por si fuera poco, su mirada recae en mí de inmediato. Su rostro refleja lo joven qué es, tal vez su cabello cobrizo luzca sin brillo, pero no tendrá más de treinta años. Presiento que será agradable.

—Tú debes ser la nueva —me señala—. Yo soy la profesora Pembroke y sería un gusto que te presentaras.

La presentación, la parte más temida.

Mi último deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora