Capítulo 31: Segundas oportunidades

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Ver a Dean destruido me partió el corazón

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Ver a Dean destruido me partió el corazón. No estoy acostumbrada a verlo desmoronarse, más soy consciente de que no es un libro abierto conmigo y hay cosas que desconozco de él, pero sé que su historia familiar no está llena de dichas, o al menos no desde que le diagnosticaron su cáncer. Hace dos años que lidia con él, y hasta ahora accedió realizarse la cirugía para extraer su riñón junto con el tumor.

Le reclamé el no haberlo hecho antes, pero se escudó diciendo que no había razón para aceptarlo. Él tenía una perspectiva miserable de su futuro, y a decir verdad, por un momento fui igual. Es por eso que no puedo juzgarlo. No es un niño para guiarlo p0r el camino que yo prefiera, tampoco su familia pudo, pero ahora Dean se ha decidido por hacerlo. Es evidente que conlleva riesgos, los cuales él los conoce a la perfección. Es lo que lo pone tan inquieto, y de nuevo lo entiendo, porque es justo como me siento.

Mis nervios se encuentran disparados por los cielos. ¿La razón? Hoy me dirán si puedo someterme o no al trasplante. He esperado por tanto tiempo, que el temor por escuchar una respuesta negativa me sacude por dentro. Admito que mis expectativas no son tan altas, no quiero hacerme una idea errónea, prefiero mantenerme serena y así, si no ocurre, no estaré tan decepcionada.

Pese a la incredulidad de Dean sobre su propio tratamiento, me aseguró que todo saldrá bien. Tiene más fe en mí que en sí mismo.

Doy un largo suspiro antes de entrar al consultorio. El doctor Martin yace sentado detrás de su escritorio y nos recibe a papá y a mí con una cálida sonrisa. Kristal ya se encuentra adentro.

—¿Cómo te sientes hoy, Grace?

Sonrío ante la amabilidad del doctor Martin, tomando asiento frente a él.

—Pues no he vomitado —admito, orgullosa—. Incluso desayuné.

El doctor sonríe.

—Es una excelente noticia, Grace. Sabes por qué estás aquí, ¿verdad?

Asiento con la cabeza.

—Lo sé.

El miedo me gana y busco refugio en papá. De inmediato sujeta mi mano, dedicándome una mirada tranquilizadora.

—Lastimosamente, tu padre no es compatible contigo. —Mi cuerpo se congela al escucharlo—. Por fortuna, otra persona sí lo es.

Posa su mirada en Kristal que está sentada a mi lado. Hago lo mismo.

—¿Tú? —pregunto, incrédula.

—No estés tan sorprendida. Yo lo sé desde hace semanas.

¿Semanas?

—Mucho antes de iniciar con el tratamiento previo al trasplante, Kristal pidió verme —explica el doctor—. Quería saber de otras alternativas para ti, ahí fue cuando le comenté lo del trasplante y no dudo en hacerse las pruebas necesarias. Al saber que era compatible contigo, cité a tu padre para hablarlo entre los tres. Lamento no haberte involucrado, pero era necesario mantenerlo en secreto.

Mi último deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora