Capítulo 16: Decisiones

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Hoy decidí venir a la escuela

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Hoy decidí venir a la escuela. No quería que nadie pensara que algo andaba mal conmigo. No es como si los demás estudiantes se interesen por mí, pero que la hermana de uno de los chicos más populares falte da mucho de qué hablar.

Hoy en el desayuno Kristal y papá tomaron decisiones por mí. Esta vez no me negué.

El doctor Martin mencionó que no podré realizar actividades físicas que requieran mucho esfuerzo, por lo que es evidente que no podré seguir con mis clases. Aunque quisiera renegar, no puedo. Lo peor, el grupo que tengo con las chicas del ballet está lleno de mensajes preguntado por qué no fui. Les dije que había tenido problemas familiares y tomaría un descanso del ballet. Se preocuparon y quisieron ayudarme, pero les dije que todo estaría bien. Claro, bien.

Necesito que ellas no se preocupen, porque sino me pondré mal por mentirles. Y justo ahora no necesito más problemas. Eso implica decirle adiós al ballet.

Cualquier alteración que haga desde ahora afectará mi salud. Tanto física como mental.

Tengo demasiadas cosas en la cabeza. Preguntas, incertidumbres, pero sobre todo miedo. Miedo a tomar la decisión incorrecta, a caer y no poder levantarme. Me pone de nervios pensar que mi mayor pesadilla, la muerte, podría volverse realidad.

Jamás me acostumbraré a esa palabra. Creo que la detesto más que la palabra con C. Aunque también estuve pensando en la palabra «último». Si le prestas atención, es la peor palabra del mundo. Te dice que algo está por acabar, que no tendrás más y disfrutes de esa oportunidad.

La última rebanada de pizza, el último día de clases, el último todo. Así de mal suena.

De pronto, una mano sacude mi hombro devolviéndome a la realidad.

—Presta atención, Ce —susurra—. O si no suspenderás la materia.

Olvidé por completo que estaba en clase. Me aburrí y comencé a dibujar círculos en la hoja del cuaderno. A este paso reprobaré el trimestre.

—Me ayudarás a estudiar, ¿verdad?

Voltea el rostro para susurrarme.

—Por supuesto que sí.

Le sonrío y centro mi atención en los ejercicios de matemáticas que se encuentran en la pizarra.

A la hora del almuerzo ninguno de los chicos del equipo preguntó por mi ausencia. No es porque no quisieran, algo me decía que Asher les pidió no hacerlo. Lo cual agradezco.

Las siguientes clases pasan igual de aburridas. No logro concentrarme, aunque eso no es nuevo, y pienso únicamente en la decisión que debo tomar.

Sé que debo empezar un tratamiento, pero la sola idea de hacerlo es abrumador. El miedo a que falle, a no poder soportarlo me inquieta. Creo que por primera vez tengo miedo de mi futuro.

Mi último deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora