Capítulo 23: La piscina

155 12 9
                                    

—¡Kákapu! ¿¡Por qué eres tan desordenada!?, ¡Has dejado toda tu ropa tirada por el apartamento!

—¡Lo siento! —me disculpé mientras rodeaba mi cuerpo con la toalla.

—¿Puedo pasar? —oí la voz amortiguada de Daylen desde el pasillo.

Abrí la puerta del baño.

—Pero si ya me has visto desnuda.

—Soy un chico educado, no es mi culpa que tú seas una pequeña salvaje —me dio un pequeño beso en la comisura de mis labios—. Como Copito, se ha adueñado del sofá. Me he levantado para darle de comer con toda mi buena intención y cuando he vuelto se había subido al sofá y estaba completamente estirado sobre él.

—¿Y por qué te sorprende tanto?

—Porque esperaba que te lo hiciese a ti, pero no a mí —respondió con simpleza.

Entrecerré los ojos indignada.

—Se nota que no lo conoces, si es cuestión de comodidad o comida no hay nada ni nadie que se interponga.

—Qué decepción —murmuró dolido.

—Ya, la verdad duele —le palmeé el hombro—. Lo que pasa es que es una chinchilla muy lista, como su dueña —pasé por su lado.

Él me siguió al dormitorio.

—¿Cuarta ronda? —preguntó rozando el borde de la toalla con sus dedos.

Sí, cuarta, ayer había sido una noche muy divertida.

Podía asegurar que tenía una lengua mágica.

—No sé, tendrás que convencerme —dije con una sonrisa.

—Eso se me da muy bien. Puedo ser muy persuasivo cuando quiero —me plantó un beso, y a la vez que introducía su lengua en mi boca se deshizo de la toalla.

🦜🦜🦜

—Él me celaba.

—¿De qué manera?

—Siempre me preguntaba con quién estaba, con quién iba a salir, si iban chicos, decidía lo que podía ponerme y lo que no, incluso —me aclaré la garganta—, incluso llegué a darle la contraseña de mi móvil y de mis redes sociales.

—¿Y pensabas que eso estaba bien?

—Sí —contesté con la voz temblorosa—. Yo... me decía a mí misma que significaba que me quería, que era algo positivo en la relación.

—Ser celoso no significa que protege o cuida la relación, es una señal de que es disfuncional.

—Lo sé, Alizee me lo repetía constantemente y mi subconsciente también, pero yo ignoraba todas y cada una de las señales. ¿Cómo he podido estar tan ciega? —me revolví el pelo en un gesto exasperado.

—No te castigues cariño, lo importante es que te has acabado dando cuenta. ¿Cómo va tu relación con Daylen? —cerró la pequeña libreta que siempre utilizaba.

La sonrisa fue inevitable y por los siguientes veinte minutos no paré de hablar de él.

—Hola, chófer —saludé con voz cantarina en cuanto entré en el coche.

—Hola, jefa.

Giré el cuello y alcé las cejas.

El Chico del Piso de ArribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora