Capítulo 3: La fiesta

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—¡Ah! ¡Joder! ¡Ouch, ouch, ouch! —me dirigí apresuradamente al grifo de mi lavabo.

Suspiré de alivio cuando metí la mano debajo de este. Había vuelto a tocar la placa de metal del rizador.

<<¿¡Cómo puedes ser tan torpe Meadow!?>>

Me compadecí de mí misma cuando la retiré del agua fría. Ya tenía la palma enrojecida y seguro que en unos minutos se me pondría como un muñeco inflable. Debería haber escuchado a Alizee y dejar que ella me hiciera las ondulaciones, pero como era tan terca y testaruda quise hacérmelas yo y este era el resultado, media cabellera rizada y la otra media completamente lisa y ni hablar del dolor que sentía en la mano.

Di un respingo en mi sitio cuando escuché la melodía del teléfono desde el dormitorio.

A pasos rápidos acepté la llamada antes de que Alizee colgase.

—Perra, ¿cómo vas?

Menos mal que me quería y me llamaba así en tono cariñoso, o al menos eso decía ella.

—Mal. Tengo la mitad del pelo sin ondular, me he quemado la mano, tengo que maquillarme y encima no sé que ponerme.

—Videollamada ya —pulsé el botón de la camarita y enfoqué mi rostro con un puchero plasmado en él haciendo énfasis en mi dolor.

Sí, era un poquito dramática.

—Hazte solo ondulaciones en las puntas y recógete el cabello en una coleta alta, te favorece mucho. Coge una manopla con hielo y mete la mano mientras te terminas de arreglar, aplícate solo máscara de pestañas y pintalabios, tu cara ya es perfecta y tus pecas son muy adorables y de ropa... ponte el vestido negro ajustado, el sujetador que te alza las tetas y los tacones rojos.

Vaya, había dicho todo eso con una rapidez impresionante.

—¿Cómo te acuerdas de mi ropa?

—Ay cariño. No te ofendas, pero tu ropa no es que sea muy variada.

En eso llevaba bastante razón. Todo mi armario era monocromo con colores pasteles o negros salvo mis pijamas de series infantiles. Solo tenía algunos vestidos más arreglados para ir de fiesta y dos pares de tacones. Cada vez que Al lo veía le daba un microinfarto.

Colgué la videollamada y me apresuré en terminar de arreglarme.

—¡Vas divina chica!

—Tú también —le dediqué una sonrisa resplandeciente—. Oye ¿dónde es la fiesta?

—En la fraternidad de las chicas de ingeniería.

—¿Las de aeronáutica?

—Sí, tenemos pase vip. Ya sabes por Verónica.

Alizee estudiaba la misma carrera que sus padres, pero su verdadera pasión era la moda.

El resto del camino nos dedicamos a cantar a todo pulmón las canciones que emitían sus altavoces, la reina de Ariana Grande nos acompañó hasta la hermandad de ingeniería.

—Vamos allá perra —entrelazó su brazo con el mío y nos encaminamos a la entrada.

La casa tenía proporciones enormes, suponía que para albergar a tantas chicas y la cantidad de personas que había a los alrededores era inimaginable. La mayoría estaba tirada por los suelos, bebiendo, fumando o lanzándose a la piscina.

En cuanto entramos el olor a alcohol y sudor nos dio la bienvenida. Dentro había incluso más gente que fuera. Se besaban entre ellos, jugaban a jueguecitos estúpidos, bailaban refregándose los unos con los otros y algunos subían escaleras arriba para continuar la fiesta.

El Chico del Piso de ArribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora