Capítulo 21: La decisión

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Ahogué un jadeo.

—¿Es para mí?

—Sí —Daylen me observó divertido—, ¿por qué tanta emoción? Tan solo son muffins.

—No son solo muffins —rodé los ojos—, son los mejores del mundo —los defendí abriendo la bolsa—. Huele el chocolate —abrí uno por la mitad y se lo acerqué—, mira los trocitos de brownie, esto de aquí —moví el pastelito—, es una delicia —me metí una mitad en la boca del tirón.

Cerré los ojos saboreando el momento.

—Creo que te quiero —musité masticando el manjar.

—¿Crees? —enarcó una ceja—, por esto me merezco que al menos estés segura o... que me des un beso.

Lo miré con una sonrisita y me elevé sobre mis puntas, uniendo nuestros labios en un beso con sabor a chocolate.

Lamió mi comisura derecha.

—Tenías algo de chocolate —se excusó.

Ya, seguro.

Pasar de fase había sido una de las mejores decisiones de mi vida.

Me había vuelto adicta a sus besos.

—¿Cómo te ha ido? —preguntó mientras entrelazaba nuestras manos.

—Bien —sobre todo porque hoy no he parado de hablar de ti—. Me hace bien hablar con Yarely. Esta noche Al y yo vamos a la fiesta de Shaq, ¿tú vienes? —pregunté con cierto miedo, a Gio no le hacía ninguna gracia que fuera de fiesta, ni mucho menos habíamos ido a una juntos, decía que a esos lugares no podía ir una pareja.

Frunció el ceño cuando dije aquello último.

—¿La fiesta de Shaq? ¿Desde cuándo hay una fiesta en casa de Shaq? ¿Y por qué no me he enterado?

—El otro día me llegó un mensaje que decía "hola, soy tu sensual y candente cuñi, me he dado cuenta de que no tenía tu número y no podía permitirlo, así que me he metido en la agenda de contactos de tu novio. Posdata: sigo disponible por si alguna vez decides dejarlo".

—Cada día me pregunto qué le pasa por la cabeza—verbalizó sus pensamientos meneando la cabeza.

—Al principio la fiesta iba a ser en la fraternidad de Alizee, pero una de las chicas no quería y Shaq se ofreció a hacerla en su casa, total —me encogí de hombros—, es igual de grande.

—¿Y por qué lo sabía él antes que yo?

—¿Te molesta? —enarqué una ceja.

—Debería ser el primero —me atrajo a su cuerpo rodeándome los hombros—. Soy quien te compra muffins.

—Es verdad —le seguí el juego—. Todo mi amor es profesado a la persona que me trae comida, es decir, tú —le dediqué un miradita de soslayo y le dejé un beso en la mejilla.

—Entonces planeo seguir haciéndolo por mucho tiempo.

—¿Cuál te gusta más? ¿Este o este? —le enseñé a Daylen dos pantalones, uno negro y otro rojo.

—Son iguales —musitó aburrido, llevaba probándome ropa para la fiesta media hora, nada me quedaba bien, ¿qué me pasaba? Mi cuerpo estaba más amorfo de lo normal.

—No lo son —lo miré mal a través del espejo—. ¿Eres ciego? Uno es negro y el otro rojo.

—Bueno, ya, pero en verdad es el mismo pantalón.

Bufé cabreada y le lancé ambos a la cara.

—¡Ey! ¡Eso es agresión! Qué poco cariño me muestras kákapu.

El Chico del Piso de ArribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora