Extra: El chico

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—Al, venga, quiero entrar ya —me quejé por quinta vez.

Al, dos amigas de su carrera y yo habíamos ido de fiesta. Llegamos a la una de la mañana, llevaban dos horas bebiendo y hablando con gente, yo pasaba de beber y no se me daba demasiado bien eso de interactuar con extraños, así que ya estaba un poco aburrida de estar afuera en vez de en el club.

—¿Por qué no bebes? Así te animas un poco —sugirió una de las chicas con las que íbamos, creo que se llamaba Verónica.

—¿Quieres un cubata? —me ofreció la otra.

Lo yo quería era bailar.

—Una última putivuelta y ya, te lo prometo Meadow —Al me agarró del brazo y me llevó con ellas.

Nos paramos enfrente de un grupo de cinco chicos.

—Hola, Francis —dijo Verónica con una sonrisa coqueta enmarcada en su rostro.

Había que admitir que el chico era muy guapo.

—Verónica —saludó con un asentimiento de cabeza y posó su vista en mí, repasándome de arriba abajo.

Me sentía como una gacela a punto de ser devorada.

—¿Quién eres tú?, no te he visto nunca por aquí.

Hombre, pues la verdad es que no venía mucho, él, al parecer venía todos los fines de semana.

—Meadow —respondí con una pequeña sonrisa.

—Sí, definitivamente nunca te he visto, me acordaría de una chica como tú —se acercó a mí y dejó de lado a Verónica, quien se quedó con la boca abierta.

—¿Cómo yo? ¿A qué te refieres con eso? —pregunté desconcertada.

No era muy avispada que digamos.

—Atractiva, preciosa, con un pelo rojo muy sexy y unos labios incitadores —me repasó de nuevo y esbozó una sonrisa traviesa.

¿En serio? ¿Esa era su forma de ligar? Que penoso por favor.

Rodé los ojos, me di media vuelta y me dirigí a la entrada del club, si Al no entraba ella se lo perdía, estaba harta de estar afuera.

Después de que me picaran la entrada y de dejar mi chaqueta en el guardarropa, me adentré en la pista de baile, no era la mejor bailando, pero me defendía y me lo pasaba bien.

Comencé a moverme al ritmo de la música, lentamente, subí un poco mi vestido y seguí bailando, hasta que noté unas manos en mi cintura y como me aprisionaban contra un cuerpo.

—Hola de nuevo preciosa —me susurró a la oreja el chico de antes.

Así que me había seguido hasta aquí.

Baia, baia.

—Hola, pesado —saludé de vuelta.

Soltó una pequeña risa ronca y me dio la vuelta, quedando frente a frente.

—Quiero besarte —hizo una pausa mirando mis labios rojos—y follarte.

El chico iba a lo que iba, no se cortaba ni un pelo.

Alcé las cejas provocativamente—¿Ah, sí? ¿Y cómo vas a hacer eso? Porque yo no quiero.

—Por supuesto que quieres, lo estás deseando —me acercó un poco más a su cuerpo.

—Creo que quien lo está deseando eres tú —pasé un dedo por sus labios y me alejé, saliendo del local.

—No te vayas —me agarró de la muñeca deteniéndome.

El Chico del Piso de ArribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora