Capítulo 4: El novio

185 15 22
                                    

Pestañeé un par de veces intentando enfocar mi alrededor. Me sentía fatal, la cabeza me daba vueltas, tenía la boca pastosa y no había parado de vomitar durante toda la noche. Me incorporé de la cama, pero tuve que volver a tumbarme cuando un mareo atacó mi cuerpo y mi cabeza con fuerza, cerré los ojos intentando que pasara rápido, sin embargo, eso solo lo empeoró y al final salí de la cama dirigiéndome al baño.

¡Dios, qué susto!

El reflejo que me devolvía la mirada en el espejo daba miedo. Tenía un solo ojo abierto, los labios resecos y un poco despellejados, el cabello enmarañado y el pijama del revés.

¿Cuándo me había cambiado de ropa?

Mojé mi rostro con un poco de agua fría para despejarme y poder abrir los ojos por completo. Mejor que no lo hubiera hecho porque mi estado era aún peor ahora que podía ver con claridad. Miré la pequeña basura que había al lado del retrete ¿en qué momento me había quitado el maquillaje?

Bufé angustiada ¿por qué no podía recordar nada de lo que pasó ayer?

¿Me había descontrolado tanto con el alcohol?

Me senté a hacer pis y en ese momento escuché la puerta de mi apartamento abrirse.

—¡Perra! —fue lo primero que dijo Alizee al encontrarme sentada en el baño.

—¿Eh? —todavía no me encontraba en plenas facultades mentales.

—¿¡Cómo se te ocurre irte de la fiesta sin decirme nada!? ¡Te busqué por tres horas, le pregunté a todos los que estaban en la fiesta y te llamé 21 veces al teléfono! ¿¡Pero tú sabes el susto que me has dado!? ¡Hasta llamé a la policía y no pude poner la denuncia porque no habían pasado 24 horas! ¡Fui a los hospitales más cercanos por si habías tenido algún accidente! ¿¡Cómo no me enviaste un mensaje o respondiste a mis llamadas!? —Al se cruzó de brazos y frunció el ceño —. No he podido pegar ojo de lo preocupada que estaba.

—¿Y no se te ocurrió venir a mi apartamento?

—¡No! ¡No pensé que te habías marchado a dormir la mona!

¿No había venido con ella?

¿Entonces cómo llegué aquí? Si ni siquiera tenía coche.

—Al, lo siento muchísimo de verdad, pensé que me había vuelto contigo y el móvil se quedó sin batería.

—¿Qué es lo que hiciste ayer?

Eso quisiera saber yo.

—Tú nunca te emborrachas. ¿Cómo no te puedes acordar de lo que pasó?

—No tengo ni idea, es como si después de irnos con los amigos de Verónica el resto de la noche se hubiera esfumado de mi cabeza —me dirigí a la cocina y me tomé una pastilla para el dolor de cabeza.

—Pues alguien tuvo que traerte.

—Sí, pero es que no consigo recordarlo, ni siquiera me acuerdo de como me quité el maquillaje o me cambié de ropa.

—Pues irías muy mal porque tienes una carita —sacudió la cabeza y volvió a fruncir el ceño—. Como sea, no vuelvas a darme un susto como el de ayer en tu vida.

—Sí, perdona —le di un pequeño abrazo y comencé a preparar el desayuno para ambas.

—¿A qué hora tenías que ir al juzgado? —preguntó mordisqueando una tostada con mantequilla.

Abrí los ojos como platos.

Mierda, el juzgado.

—Se me ha olvidado por completo —me levanté rápidamente y corrí hasta la ducha, en menos de 10 minutos ya estaba lista, me despedí de Alizee y corrí hasta la parada de autobús.

El Chico del Piso de ArribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora