Capítulo 19: La revelación

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Suspiré por quinta vez sin saber qué hacer.

¿Salir o no salir?

Agarré el pomo de la puerta y la abrí con lentitud.

Solté el aire que tenía retenido en los pulmones cuando vi el pasillo despejado.

Me acerqué de puntillas a la cocina y abrí la nevera, sacando el brick de leche.

—Buenos días.

Me sobresalté al oír la voz de Daylen tras mi espalda.

¿Es que acaso era un ninja?

Me aclaré la garganta y le devolví el saludo, respirando hondo antes de girarme hacia él.

Fruncí el ceño de inmediato.

—¿Has dormido bien?

Tenía una expresión de cansancio reflejada en su rostro, junto a unas ojeras algo marcadas bajo sus ojos.

—Sí, como siempre —se encogió de hombros y elevó una comisura como si todo estuviera bien, pero a mí no me podía engañar, sabía que no había pegado ojo en toda la noche.

Asentí con la cabeza y cerré la nevera torpemente, intentando marcharme de allí lo más rápido posible, pero Daylen se interpuso en camino bloqueándome el paso.

—¿Podemos hablar? —pidió en un susurro.

—No lo sé —me crucé de brazos—, ¿Vas a hablarme tú de lo que yo quiero?

—Meadow... no—Entonces no, no quiero hablar contigo.

—Tú misma lo has dicho —musitó reprochándome—. Hablar de lo que tú quieres, no de lo que yo quiero, ¿por qué no puedes entenderlo?

—¿Y tú? —pregunté a la defensiva.

Suspiró y se pasó una mano por el pelo.

—Déjalo —murmuró pasando de largo.

Negué con la cabeza y me fui a la terraza.

—¿Y no crees que tal vez deberías darle su espacio? —sugirió Al por teléfono.

—Sí, lo sé —asentí para más énfasis aunque no pudiera verme—, Si no fuera algo tan importante no le presionaría, pero es que parece que no ve el problema.

—Meadow, no todos somos de la misma forma, tienes que esperar a que él decida contártelo.

—No quiero eso, no quiero que se sienta obligado, pero —suspiré sonoramente.

—Si le presionas se sentirá justo así.

Avisté por el rabillo del ojo como Daylen se detenía en el marco de la puerta.

Colgué la llamada.

—¿Sigues enfadada?

—¿Sigues tú obstinado? —contesté con otra pregunta.

—Meadow —pronunció mi nombre con cansado—, Yo nunca te he obligado a que me cuentes algo, he dejado que decidas por ti misma.

—¡Sí! —exclamé pasando por su lado—, Porque yo te lo he contado todo, te he hablado sobre mis padres, sobre mi vida, sobre Giovanni, y tú no me has hablado de nada relacionado contigo.

—Eso no es verdad —se defendió—, Te he contado muchas cosas, te he hablado sobre todo aquello con lo que me he sentido cómodo.

—Pero no de eso, no de una cosa tan importante. Tan solo te estoy pidiendo que busques ayuda, ya sea en mí o en cualquier otra persona, pero si ni siquiera me lo cuentas a mí no sé como vas a poder contárselo a alguien más. Has empezado algo que no sabes como detenerlo y cuando menos te des cuenta te va a consumir por completo.

El Chico del Piso de ArribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora