Capítulo 28: La chica

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Abrí los ojos asustada.

Podía escuchar ruidos en mi cocina.

¿Ladrón?

<<¿Pero qué van a robarte a ti?>>

Pues también es verdad.

Aun así, saqué mi arma y salí de la habitación.

Estaba preparada para atacar.

Bajé los hombros y el arma.

Pero mi corazón seguía latiendo con la misma rapidez.

<<Efecto Daylen Watney querida>>

—¿Qué haces?

Daylen se giró con una sonrisa de oreja a oreja.

Entrecerré los ojos y seguí con mi interrogatorio.

—¿Cómo has entrado? Ayer te marchaste a tu apartamento.

Él simplemente señaló a la terraza.

<<Cualquier día entrará un ladrón de verdad por culpa de tus olvidos, te matará y yo me quedaré sin cuerpo>>

—¿Qué haces? —repetí mi anterior pregunta.

Se dio la vuelta y agarró un plato, avanzó cuatro zancadas hacia mí y estiró el plato en mi dirección.

Enarqué una ceja.

—¿Qué es esto?

—Un sandwich.

—¿Y lo has cortado en forma de corazón? —le miré con las cejas levantadas.

—Sí, es mi forma de pedirte perdón por olvidarme de nuestro mes y al mismo tiempo es mi forma de celebrarlo —hizo una mueca—. Vale, ha sonado bastante cutre, será algo mucho mejor que esto, te lo prometo, pero para empezar el día no está nada mal, ¿verdad? —preguntó inseguro.

Esbocé una pequeña sonrisa y acepté el plato.

Las tostadas estaban quemadas y el corazón tenía una parte más ancha que la otra, pero aún así para mí era perfecto.

Nunca nadie había tenido estos detalles conmigo.

—Es perfecto.

—Y —levantó un dedo indicándome que me esperara—. También tengo tu café —me entregó el vaso.

—Vaya, estás hecho todo un chef —le di un mordisco al sandwich—. Está muy bueno.

Esbozó una sonrisa que decía "sé que tan solo lo dices para no hacerme sentir mal".

—Más bueno estoy yo —me guiñó un ojo y se sentó junto a mí.

—¡Por favor! —exclamé abriendo los ojos—. Es demasiado temprano para que tu ego se manifieste.

—Nunca es demasiado temprano —me quitó un trozo del sandwich e hizo una cara de asco—. Vale, deja eso o tendré que llevarte al hospital —me arrebató el plato.

—¿¡Qué!? —fruncí el ceño—. ¡Oye! Eso es mío, me lo estaba comiendo.

—Si tienes hambre puedo darte otra cosa de comer —esbozó una sonrisa y subió y bajó las cejas.

Me ruboricé sin poder evitarlo y le pegué en el brazo.

—Pervertido.

—Me refería a que mi hermana nos ha regalado donuts —sonrió inocentemente y estiró el brazo, entregándome una bolsa con donuts glaseados.

El Chico del Piso de ArribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora