Capítulo 11: La distancia

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¡Ding!

Las puertas del ascensor se abrieron.

Oh, mierda.

¿Por qué tenía que tener tan mala suerte?

—¿Vas a entrar o cierro?

Sacudí la cabeza suavemente, me había quedado embobada con sus ojos.

—Sí —me aclaré la garganta—. Sí, perdona.

Me situé en la esquina contraria a mi vecino.

Cuanto más lejos de él mejor, no podía buscarme otro problema con Giovanni, me había dado otra oportunidad y no quería arriesgarme a estropearla.

—¿Cómo estás?

¿Por qué el ascensor tenía que ir tan lento?

—Bien —contesté algo sorprendida de que me dirigiera la palabra. No nos habíamos visto en los dos últimos días, justo después de que discutiéramos en la fiesta de cumpleaños de Alizee—. ¿Y tú?

—He estado mejor —admitió con una media sonrisa.

Entrecerré los ojos.

¿Por qué tenía que ser tan amable aun habiéndolo tratado tan mal?

—¿Qué haces? —preguntó.

—Nada —musité.

—No empecemos Meadow —me dedicó una mirada de advertencia.

—Lo siento —dije nerviosa rebuscando en mi bolso un chicle de menta.

—Tampoco empieces con eso.

Suspiré y no dije nada más por las dos plantas que nos quedaron hasta llegar al vestíbulo.

—Hasta luego —me despedí de él.

—Adiós.

—¡Ay! ¿Pero qué haces?

Habíamos ido ambos en el mismo sentido y los dos habíamos intentado pasar por el marco de la puerta a la vez.

—¿Salir del bloque? —se apartó y sujetó la puerta para que yo pasara primero.

—Ajá —comencé a andar y avisté por el rabillo del ojo como mi vecino seguía mis pasos unos metros más atrás—. ¿Me estás siguiendo?

—No, kákapu —avanzó un par de pasos y se colocó a mi lado—. Simplemente voy en tu misma dirección.

—Ya —musité sin saber que decir. La situación era un poco incómoda para mí, pero él se veía increíblemente cómodo.

Me aparté unos metros de él y apreté el paso para llegar cuanto antes a la parada de autobús.

—¿Qué haces? —preguntó cuando me senté en el banquito.

—Esperar al autobús —dije obvia.

—Te llevo —se ofreció señalando con su cabeza un poco más adelante, dónde tendría el Mercedes aparcado.

—Eh... —dudé—. No, estoy bien aquí —moví mis pies balanceándolos un poco.

<<Pero yo quiero el Mercedes>>

Tenemos que resistir la tentación, no podemos darle más razones a Gio para que se enfade.

<<Pero allí no hay olor a sudor ni frenazos bruscos>>

Puedo pelear por un asiento.

<<Claro que no, siempre se lo ofreces a personas mayores>>

El Chico del Piso de ArribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora