Capítulo 5: El gimnasio

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Bufé indignada mientras Alizee empujaba la puerta.

Mi mejor amiga, con quien tenía un pacto sagrado sobre no hacer deporte, me había obligado a levantarme a las 8 de la mañana para ir a entrenar.

—No te quejes tanto Meadow, no es tan malo.

—¿¡Qué no es malo!? Tú estás loca.

—No estoy loca.

—¡Por supuesto que lo estás! ¿¡Quién en su sano juicio se levanta un sábado a las 8 de la mañana para venir al gimnasio!

—Quiero empezar una vida sana Meadow y tú deberías hacer lo mismo.

—Pues no me arrastres contigo, mi única pasión es mi cama y dormir hasta tarde —bostecé al pensar en mi pobre amada, la cual había abandonado a malas ganas cuando Alizee me despertó arrancándome las sábanas de mi cuerpo. Tenía que quitarle las llaves de mi casa—. ¿Lo ves? Estoy cansada, me quedé hasta tarde viendo una serie y cuando me di cuenta eran las 3 de la madrugada.

—Meadow, te necesito —me zarandeó un poco por los hombros—. Sin ti soy más débil, necesito alguien con quien compartir mi sufrimiento y a la vez que me de ánimos.

Suspiré rendida y abrí la taquilla guardando mi bolsa de deporte.

—Está bien, pero no esperes que haga mucho, no quiero sudar.

—Vale, lo acepto. Además, mira el cuerpazo que vamos a tener dentro de unos meses —me giró frente al espejo para animarme un poco. Mirándolo por el lado bueno, si podía desarrollar algo de masa corporal para no estar tan huesuda pues eso que me llevaba, de todos modos no creía que a Al le durase mucho la modita del fitness, solo era porque quedaban un mes para verano y todos se apuntaban por esas fechas al gimnasio.

—Ya estamos cañón, que no se te olvide.

Ayer Alizee lo había planeado todo y había visitado el centro comercial para comprar algo de ropa deportiva. Decía que así nos entrarían más ganas de ejercitarnos, o eso creía ella porque contra más nos acercábamos a las máquinas de correr más ganas tenía de salir corriendo hacia la salida.

—Será divertido —Alizee puso la cinta en marcha y comenzó a trotar suavemente, yo decidí que solo andaría, correr era para valientes. Hice un mohín aburrida y reproduje mi playlist. Al menos las vistas que tenía enfrente eran bonitas, desde las cristaleras del gimnasio se podía ver la playa, ojalá estuviera allí tostándome con el sol en vez de aquí, respirando el sudor ajeno y escuchando los jadeos de esfuerzo del resto.

—¿Puedes ir a por un poco de agua? —me pidió Alizee con la voz entrecortada.

¿Es que ya se había bebido todo el agua de la botella?

Como tampoco es que estuviera haciendo mucho pausé la máquina y me dirigí hacia la fuente haciendo un pequeño bailecito, en mis oídos sonaba Twist and Shout de los Beatles a todo volumen. Di una vueltecita sin contar que alguien se pararía justo delante de mí, por lo que choqué de frente con esa persona, el golpe fue tan repentino e intenso que de no ser porque me agarraron de los hombros me hubiera caído de culo.

—¡Tú otra vez! ¿¡ Acaso me estás siguiendo!?

—El mundo no gira a tu alrededor kákapu, soy abonado del gimnasio desde hace 6 meses.

Vale, esa opción no la había barajado.

—Como sea —lo rodeé y llegué hasta la fuente, pulsé el botón, pero nada salió, ni un chorrito débil.

—¿Te ayudo? —se ofreció cuando me vio batallar con el grifo que seguía pulsando con ímpetu, la botella que tenía el tapón muy bien enroscado, los cables de los auriculares y el móvil, si venía más a menudo tendría que comprarme una fundita para guardar el teléfono.

El Chico del Piso de ArribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora