Capítulo 32: El club

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—Buenas noches.

—Nombre.

Vaya, la amabilidad en persona.

—Meadow Huffman Miller.

—¿Carnet de socio?

Lo saqué de la cartera con algo de vergüenza, había una pequeña cola en la recepción del club y no quería que nadie viera la foto del tití.

—Aquí tiene.

Se lo entregué y lo pasó por un escáner, para posteriormente devolvérmelo, con tan mala suerte que se me cayó al suelo. Me agaché rápidamente para recogerlo y que nadie lo viese, pero una mano lo agarró antes que yo.

—¿Un mono?

Apreté los labios y se lo arranqué con fuerza.

—Es un tití Bryson, a ver si diferenciamos las especies de primates —guardé muy digna el carnet en el bolso y me adentré en el club con Bryson pisándome los talones.

—¿Lo has seleccionado de ese color porque complementa con tu pelo?

—¡No! —exclamé irritada—. No he sido yo, ha sido el de recepción ¿vale?

Alzó las manos en señal de paz.

—Entendido —esbozó una sonrisa malvada—. No volveré a monolestarte —empezó a reírse de su propio juego de palabras.

Fruncí el ceño indignada.

—¿Se supone que tiene que hacerme gracia?

—Vamos —me dio un empujoncito—, no te enfades, era una broma.

—Ya —entrecerré los ojos para parecer intimidante—. Como me entere de que se lo dices a Daylen —levanté un dedo apoyándolo en su pecho—, te las verás conmigo. Doy unas patadas de ninja increíble, pregunta por ahí si no te lo crees.

—Jamás diría nada, me espero todo de ti. Eres muy rabiosa, además —agarró mi dedo y lo apartó dolido—. ¿Por quién me tomas?

—Por alguien a quien le gusta hacer chistes malísimos sobre monos y chimpancés.

—Solo ha sido uno, uno pequeñito. 

—Dejaremos el tema —le eché una mirada rápida—. ¿Por qué siempre estás cerca de mí?

—Porque siempre mantengo un ojo en ti.

—¿Quién te lo ha pedido? ¿Daylen o Daniel?

—Eso no puedo decírtelo —me guiñó un ojo y se despidió de mí al recibir una orden por el pinganillo.

Miré a mi alrededor, el club estaba decorado con pequeñas guirnaldas de luces proporcionando una tenue luz a todo el campo y creando un ambiente acogedor. Arreglos florales decoraban todo el terreno y camareros vestidos de trajes de chaqueta servían copas y pequeños aperitivos del catering contratado. Las mesas altas estaban repartidas en el jardín y los asistentes de la fiesta charlaban animadamente alrededor de ellas. Todo era ostentoso y gritaba dinero en cada esquina. 

Esperaba estar a la altura de tanta suntuosidad.

—¡Cuñi! ¡Estás hermosa! 

—Hola, Shaq —correspondí a su abrazo de oso.

—¿Has venido sola? 

—Sí —hice una mueca de disgusto—. Alizee estaba invitada, pero no ha podido venir.

—Bueno —estiró su brazo hacia mí—. Novalee está enferma, así que voy a ser tu acompañante —esbocé una pequeña sonrisa y me agarré de su brazo—. Nos lo vamos a pasar en grande.

El Chico del Piso de ArribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora