Capítulo 26: El viaje

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No paraba de morderme las uñas.

Daylen había ido al despacho del señor Nicholas para pedirle dos días libres. Habíamos decidido irnos a Arkansas mañana.

Llevaba ahí dentro diez minutos y lo único que se escuchaba eran los gritos por parte de nuestro jefe y la voz calmada de Daylen.

No sé cómo podía tener tanta paciencia.

Un par de minutos después mi novio salió del despacho con una mueca seria reflejada en su rostro.

Mi novio.

Llegados a este punto ni siquiera me replanteaba llamarlo de otra manera, aunque no lo habíamos hablado yo lo daba por hecho. Esperaba que él también.

—No nos ha dejado, ¿verdad? —suspiré con pesadez. Me hacía mucha ilusión ir a Arkansas—. Si ya te lo dije, es un cabezota, no hay manera de hablar con él, seguro que encima nos—Daylen comenzó a reírse.

—¡Oye! ¿De qué te ríes? —pregunté un poquitín mosqueada.

—Te lo crees todo kákapu, tan solo quería ver como te enrabiabas y se te marcaba la arruguita del entrecejo.

Abrí la boca todavía más indignada.

—Te aprovechas de mi inocencia —dije dando un golpecito al suelo con el pie.

—Esa boquita no es tan inocente en otras circunstancias —susurró acariciando mis labios con su pulgar.

Me sonrojé y rodé los ojos.

—Vamos.

—¿A dónde? —preguntó siguiéndome.

—A Target, tenemos que comprar algunas cosas para el viaje.

—Pero si son solo dos días.

—¿Y? Necesito algunas cosas —abrí la puerta del coche y me subí.

—¿Cuántas veces te presentaste al examen del coche? —inquirió con una sonrisita malévola mientras aparcaba.

—Solo dos —me apresuré en bajar y agarré un carrito de compra.

—Seguro que sí —contestó colocándose a mi lado.

Después de unos segundos hablé bajito.

—En realidad fueron cuatro.

Comenzó a carcajearse.

—No es tan complicado kákapu.

—¡Bueno! Es que yo soy un poco torpe ¿vale? Además me da miedo la carretera —intenté defenderme.

—Te puedo enseñar a conducir mejor, podemos alquilar un circuito cerrado —se ofreció quitándome el carrito.

Asentí y me dirigí a la sección de higiene íntima.

—¿Qué pasa? —preguntó mirándome con curiosidad.

—No sé si coger tampones o compresas.

—Nos llevamos los dos—dijo con simpleza encogiéndose de hombros.

—¿¡Pero tú has visto lo caros que son!?

—Sí, y es algo que no entiendo mucho —los metió en el carrito—. ¿Qué más necesitas?

Después de comprar pasta de dientes, esponjas para la ducha, gel y champú de coco y barritas de chocolate por antojo de Daylen nos dirigimos a la caja.

—¿Te gusta el maquillaje? —indagó cogiendo lápices de ojos del expositor.

—Sí, sé defenderme con él, pero odio tener que quitármelo por la noche, es por eso que casi nunca llevo mucho, me irrita la piel y me quedo como un gusiluz —respondí quitándole los lápices y devolviéndolos a su sitio.

El Chico del Piso de ArribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora