29|Fotos Vergonzosas.

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Subimos al auto. Después de saber el significado de eutanasia no volvimos a hablar. Y aunque me faltaba mucho por entender, la palabra «muerte» era muy aclaratoria de que lo que se venía era muy grande. 

Y eso explicaba muchas cosas.

Por eso en casa de los Torres eran muy atentos ante al cuidado de Edward... Los dolores de cabeza, la discusión con Matt por la caída del baño, Tara haciendo a un lado sus clases de la universidad por estar aquí, Mario yendo y viniendo en busca de todo, la insistencia y peleas de Claudia... Frank se estaba muriendo y esto era una enorme picada para Edward.

Ellos temían perder su hijo, hermano, primo...

Y yo tampoco quería perder a Edward.

No sabía a donde nos dirigimos y tampoco me atreví a preguntarlo, porque si abría la boca y decía Eutanasia por error, no podría verle la cara a alguno de los Torres en mi vida. 

Matt me miraba con el ceño fruncido y mi sonrisa falsa no le fue convincente, por eso fingí atención a los edificios y tiendas bonitas a través de la ventana. Pasados algunos minutos llegamos a una zona residencial, casas costosas y jardines perfectos... Apuesto que Victoria no dejaría esto por un pueblo donde las casas están mas cerca de los deseado y los vecinos al corriente de los chismes. La casa de los Torres era grande, por el diseño simple del enrejado se notaba que era de varios años, pintada de un blanco suave, dando el toque atemporal y elegante, una casa de ensueño. El interior hacía juego con la belleza exterior, las estancias amplias y los muebles a juego. Bajamos todos los bolsos del auto, nadie había dicho nada y por primera vez en mi vida no sentí la necesidad de romper el silencio, ahora que comprendía lo que pasaba podía entender completamente la angustia de todos.

—¿Quieres saber dónde dejar tu bolso, Esme? —preguntó Mario.

—Yo la acompañaré —Claudia se ofreció con una sonrisa—, entre chichas estamos más cómodas.

Solo le devolví la sonrisa y la seguí al siguiente piso. Al terminar las escaleras el pasillo se dividía en tres: uno a la derecha, otro a la izquierda y el restante céntrico, de los cual me llamó la atención el pasillo del medio en que solo había una puerta y estaba al final de éste. 

Claudia me condujo por el pasillo del lado derecho, abriendo la segunda puerta. —Aquí podrás acomodarte el fin de semana, el baño es personal y la habitación amplia. 

Las paredes eran de color lila, estaban adornadas por luces y fotografías, la cama grande y las sabanas de rosa pastel, un escritorio con una pila de hojas blancas y una librera con libros de diferentes tamaños que no parecían novelas, todo me resultaba tan... Tara. 

¿Cómo no lo noté antes? Era inevitable.

La pared a mi lado izquierdo tenía un gran collage de fotografías en el que resaltaba el nombre de Tara. Claudia se dio cuenta al instante de mi reacción.

—Tranquila, ella misma ofreció su habitación porque las vacías están al otro lado del pasillo.

—Señora Claudia, no tengo ningún problema en estar...

—Esme, dulzura, tranquila —interrumpió—. Tanto ella como yo queremos que estés aquí, del otro lado del pasillo solo está nuestra habitación y la que antiguamente fue de Tara. La tercera puerta de aquí es la de Edward, tu compañía le hace bien, y mañana no querrá ver a nadie. —Sonrió con tristeza—. Ya he pasado por esto, él solo necesitará un amigo, y en este caso una amiga.

No respondí, la entendía pero sabía mi posición. Sin embargo no me dio tiempo de debatir. 

—Así que me voy y tú te acomodaras, en un rato es el almuerzo y debo preparar lo necesario. —Sin más, salió de la habitación.

Amor Entre las Flores ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora