45| La boda

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Lenta y amarga. Así transcurrió la semana siguiente.

Mis únicas ocupaciones fueron las del instituto y ayudar con la boda de Víctor y Tara. Se había planeado para mañana, sencilla pero bonita, además solo se invitaron a pocas personas.

Aunque si le buscaba el lado bueno diría que fue una semana agridulce, porque aunque estuve ocupada y triste, también pude tener momentos de tranquilidad, pensar un poco más en mí.

—¿Café? —preguntó Tara con una sonrisa.

Asentí recibiendo la tasa. Estábamos en casa esperando que Víctor llegara con las flores para armar los ramos.

—No, mamá —se quejó Victoria—, ¿fucsia con blanco? Eso es más de quinceañera.

Ellas estaban en la sala escogiendo unos manteles. Una amiga de mamá era dueña de una agencia de festejos y se ofreció a prestar los manteles, mesas y sillas.

Tara y yo nos reímos, llevaban rato en un sí y no en cuanto a ese tema.

—Esme... ¿puedo decirte algo que no es mi problema?

Dudé en acceder, tenía una idea de por donde venía el tema y no quería hablar de eso. Pero terminé asintiendo.

—Creo que deberías hablar con Edward, él tiene algo importante que decirte y...

—No —la interrumpí—, todavía no me siento lista para hablar con él.

—De verdad es algo importante, solo dale la oportunidad.

No respondí, no quería seguir el tema.

Por suerte Victor llegó con las flores y empezamos a armar los ramos, pasando así lo restante de la tarde en organizar la decoración y dándole fin al tema de los manteles.

•••

Ya había amanecido y hoy especialmente nos levantamos temprano para ayudar con la comida y correr como locas buscando lo mínimo faltante.

Incluso pasaba del medio día y debía apurar a Victor porque en dos horas iniciaría todo. Al entrar en la habitación encontré el desastre más grande que le había visto y a mi hermano dando vueltas por todos lados.

—¿Todo bien? —pregunté divertida.

—Nada bien —respondió sin verme—, siento que llevo una vida buscando la bendita corbata y no aparece, además ¿para qué quiero una corbata?

—Dijiste que el moño te quedaba horrible —empecé a revisar en el montón de ropa sobre la cama—, que solo aceptabas una corbata.

—Eso me pasa por estúpido —refunfuñó a la vez que lanzaba las cosas de un cajón al piso.

—¿Qué? ¿ya no te quieres casar? —Victoria apareció en la puerta—, si mal no recuerdo dijiste que fuiste tú el de la propuesta.

Victor la miró de mala gana antes de volver a seguir desordenando. —No es eso, es que me siento raro... Es como una sensación extraña en el pecho, y no puedo estar quieto y si pienso en la ceremonia me falta el aire y... ¿Será ansiedad? —volteó a mirarme con preocupación—. ¿Es eso o me estoy volviendo loco?

Inevitablemente me reí. —Quizá sea eso, además de los nervios. Y pues diría que para el momento es normal.

—Solo espero no arruinar todo —volvió a la búsqueda imposible.

—¿Y que se supone que hacen? —Victoria se mantenía recostada en umbral de la puerta.

—Buscamos la corbata —respondí, revisando ahora debajo de la cama.

Amor Entre las Flores ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora