Amor Entre las Flores ©

26| El accidente.

Nuevamente había iniciado mi día molesta, pero esta vez decidí concentrar mi furia en una sola persona: Edward. Por eso cuando me escribió en la mañana decidí no responder.

Me fui a clases sin mirar por mi ventana antes de salir por si él estaba en la suya, y tampoco sin fijarme mucho en su casa cuando esperaba a Matt para irnos.

Estaba molesta porque sentía que él estaba siendo injusto, ya que de un día a otro se había vuelto amigable con Rosa —que quiso golpearlo sin siquiera haber visto su rostro— y conmigo que desde el principio quise ser su amiga fue distinto, hasta fingió una convulsión y casi me mató del susto. Todo un idiota.

Y me irritaba más que ni siquiera intentó llamarme, solo un mensaje de saludo y ya, no insistió. Yo siempre le insistí con tal de sacarle una sonrisa o hacerlo responder. 

Que tonta.

Por lo menos el día en clases fue traqnuilo, aunque regule un poco mi actitud, porque mis compañeros no tenían la culpa de que estuviera molesta; así que con calma y una sonrisa escuché a Matt en los minutos libres antes de la segunda clase, empezó a contar que ayer en la tarde compartió un rato con Rosa y confirmo lo que dije. Me contentó el hecho de que incluso le parecía una chica increíble, porque lo era, sin importa su mal genio.

Al finalizar las clases mientras nos dirgimos a la salida vi de soslayo a Carlos, aproveche que un compañero detuvo a Matt para hablar sobre algo de clases y miré en su dirección disimuladamente. Él estaba con Mariana, pasaba un brazo por sus hombros y sonreía contando algo a los otros chicos. En un instante ella miró en mi dirección y al cruzarse nuestras miradas sonrió con suficiencia, se giró hacia Carlos para tomar su rostro mientras éste conversaba y lo besó, los chicos que hablaban con él empezaron a silbar y reirse; anteriormente habría considerado aquello cariñoso o apasionado, pero ahora me parecía asqueroso que estuviera marcando terriorio. Cuando se separaron el muy bobo de Carlos —ajeno a la situación—le sonrió y rodando los ojos ante las risas de sus compañeros volvió a hablar animado. 

—Yo también quiero una así.

De inmediato me giré y mire con los ojos entrecerrados a nuestro compañero, quién se encogió de hombros restándole importancia a sus palabras. 

—No creo que esa chica sea un buen partido —apuntó Matt.

—¿Y eso qué? no le da pena besarlo así frente a los demás. Seguro que sabe lo que hace —debatió.

—Baboso —solté en un siseo. Tomé a Matt de la muñeca y lo arrastre conmigo fuera de la institución, no me importó salirme sin despedir ya que no quería oír otra estupidez. 

En el camino de regreso a casa ignoré el recuerdo de lo que Mariana había hecho y traté de pensar en una forma de solucionar las cosas y sacar toda esa molestia de mí, por eso cuando estuvimos frente a la casa de los Torres le pedí a Matt que me dejara pasar porque quería ver a Edward, mí idea era decirle todo aquello que me molestaba y así deshacerme de ese ardor en mi pecho e impotencia de solo pensar en ayer tarde. 

Al entrar en la casa no encontramos a nadie en el piso inferior y Matt se extrañó un poco porque su madre hoy se había quedado en casa, no obstante me acompañó a la puerta de Edward antes de dirigirse a la suya para cambiarse. No acostumbrada en llamar a su puerta pero en esta ocasión lo hice y nadie abrió, incluso en varios intentos. Me molesté un poco más porque conociendo a Edward podría estar ignorando que llamaban a la puerta, así que cuando giré la perilla está cedió y para mí sorpresa no lo ví ahí.

Inspeccioné por unos segundos el lugar y me dirigí a la puerta de baño. —¿Edward estás ahí? —llamé lo suficientemente alto y tampoco hubo respuesta. Por tanto asumí que el cuarto estaba solo, así que cuando estaba por salir noté un cajón abierto donde a simple vista estaba su laptop.