36|Bruja Manipuladora.

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Ya habían pasado dos semanas.

Y no, no sabía si era cobarde o estúpida. Cobarde por no hacer el intento de comunicarme con él. Estúpida por preguntarle a Matt en el instituto por su hermano, a lo que respondía con una sonrisa que no entendía: «está bien». ¿será que su sonrisa era por hacerle siempre la misma pregunta? Seguro.

Era viernes y no tenía mucho de llegar de clases. Ya me había quitado el uniforme y empezaba a hacer tareas, luego iría a ver las flores y después vería televisión o lo que sea, ya que desde que perdí a Carlos y Edward me sentía sin amigos.

En ese momento alguien llamó a la puerta. Respondí aún con la atención en el cuaderno.

—Adelante.

—Esme, te buscan.

La miré extrañada. —¿Quién? No invité a nadie a casa.

Ella sonrió. —Solo baja.

Me puse en pie para dirigirme a la entrada. Estaba un poco ansiosa y desconfiada, no sabia a quien esperar.

Al abrir la puerta lo primero que capté fua a Cucaracha viéndome fijamente —parecía resentida—, luego me percaté de la persona que la sostenía en brazos. Carlos me sonrió
tímidamente.

—Pensé que era tu turno de cuidarla, hace días que no se veían —Carlos la extendió—. Te extraña.

—Cucaracha es un alma libre —tomé al gato—, solo hay que mimarla, y sin excesos porque sino se pierde . Además, pensé que la llamabas Marta.

—Sí, pero me gusta más el nombre que le pusimos —sonrió.

Elevé una ceja mientras acariciaba a cucaracha. —Sabes que el nombre fue mi idea y lo odiabas porque te asustabas cada que la llamaba.

—Por Dios, Esme, ¿Quién no se asusta cuando estas tranquilo y de la nada empiezan a gritar Cucaracha? Sentí que me daba un infarto.

Reprimí una sonrisa. —Entonces puedes seguir llamandola Marta. Y gracias por traerla, seguro está molesta porque la tenía olvidada... Debo ponerme al día con ella.

Aunque el reencuentro con Cucaracha era bonito, sabía mi situación con Carlos era distinta, el eligió a su novia, así que debería darle fundamento a esa decisión. Hice una mueca en intento de despedida y me giré para volver a la habitación, estaba por cerrarle la puerta en la cara pero la detuvo con el pie.

—Esme, espera.

—¿Ahora que pasa? —traté de no sonar tan a la defensiva, pero era difícil evitarlo cuando llevaba semanas ignorado mi existencia.

—¿Quieres dar una vuelta? —mostró una sonrisa tímida.

Quizá hubiera accedido de inmediato, pero recordé la vez que pasó con Mariana y me ignoró estando frente de mí.

—No puedo, quiza Mariana se moleste —olvidé eso de no sonar cortante.

Su sonrisa se evaporó. —Esme, te dije que solo era por un tiempo...

—Los dos sabemos que eso no es amistad —interrumpí con bastante seriedad—. Una amistad verdadera es compresiva, sí, pero no daña, no hace sentir mal otro.

—Yo no...

Levanté la mano para cortar sus palabras. —Nos conocemos desde pequeños, siempre pensé que nuestro cariño era muy fuerte. Muy cursi al creerlo indestructible —sonreí con tristeza—. ¿Y sabes? El día que me dijiste esas cosas en la escuela me sentí tan mal... Y fue peor cuando pasaste frente a la casa y me ignoraste, incluso cuando no me saludabas en los pasillos o apartabas rápido la mirada... ¿Por una chica, Carlos? ¿Es eso lo que catalogas por relación? una donde ni siquiera podías bromear a gusto porque todo le molesta y—

Amor Entre las Flores ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora