25| Cinco llamadas perdidas y visitas inesperadas.

55 7 14
                                    

Ya estaba mejor. Mi despertar fue como si me hubiera azotado una ráfaga de felicidad, por tanto le sonríe al techo apenas abrí los ojos, a la sábana en el suelo que casi me mata, incluso a las marcas de almohada en el rostros de Víctor y su nariz llena de grasa. Ayer pasó el día reparando su moto y estaba tan cansado que ni cenó, solo se fue a dormir. 

Mis padres estaban en la cocina, uno sentado junto al otro. 

—Ya estás mejor, Cosita —. Papá me mostró su mejor sonrisa, esa cargada de felicidad y admiración. 

—De maravilla, Papá. 

—¿Quién dejó escapar al unicornio? —. Victoria llenó su vaso de café con leche y se sentó junto a mí tomando el periódico. —Pensé que le habían arrancado el cuerno y por eso estaba salvaje. 

—La magia lo reparó —le sonreí—. Todo en la vida tiene solución.

—Así es Cosita, volvió la alegría a la casa —. Victor traía la camisa al revés. 

Victoria sonrió con malicia y señaló su camisa. —¿Acaso no conoces los espejos, Yasel? 

—Cuando los dejes en libertad lo haré, Yamileth, los pobres sufren una eterna condena en tu habitación. 

—Porque no tienen ninguna gracia en la tuya. 

—No es necesario verificar lo que es perceptible.

Víctoria lo señaló con un trozo de pan. —Tu estupidez es perceptible —. Luego lo comió. 

—Supongo que en eso me parezco a tí. 

Quería pero no debía meterme, ya que como recién había aprendido, involucrarme en sus distintos líos absurdos me daban propios. Miré a papá suplicante, no me apetecía seguir esuchando sus peleas. 

—Victoria, Víctor —interrumpió con su tomó decidido—, con lo de ayer fue suficiente. Así que hoy se sientan a comer en silencio. 

Y así fue, mis dramáticos hermanos se sentaron a comer en silencio, acumulando quejas y malas palabras para si mismos. Luego de comer salí de casa justo al tiempo que Matt lo hacía, así que con una sonrisa al cielo me encamine con él al colegio. 

Como siempre los pasillos estaban atestados de jóvenes sonrientes y algunos molestos, de frases que mis oídos no llegaban a concluir y rostros que mis ojos no le pedían a mi mente memorizar. Pero fue a mitad de camino que un sonido familiar captó mi atención... Ese tono divertido y amistoso, esa voz tan cercana y entusiasta que me hizo buscarla, quería detener mis pasos para poder ver su rostro, para comprobar que Carlos estaba mejor sin mi amistad. Él se apoyaba en una pared cerca de las escaleras, reía y señalaba a algunos chicos para afirmar sus palabras; se veía como siempre,cargado de carisma y diversión para todo mundo... 

Excepto para mí. 

Su mirada dió conmigo, su radiante sonrisa decayó un momento y luego volvió a su estado anterior, al igual que su enfoque, ignorado de nuevo mi presencia. Ya no formaba parte de sus amistades y ese gesto era como leña que aumentaba el fuego en mi herida. 

Pero mi vida seguía, las clases también, así intenté mandar ese momento al olvido y seguí mi camino al salón. 

—¿Todo bien? —Matt se posicionó a mi lado. 

—De maravilla —sonreí. Carlos no arruinaría mi ráfaga de felicidad. 

Me detuve frente a la puerta del aula; en el pasillo a la izquierda, una cabellera brillante y rosada me alertó. Estaba de más decir que era Rosa, no dudé en acercarme a ella. 

Amor Entre las Flores ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora