44|Un tiempo

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Dos días.

Dos días llenos de absoluta preocupación y malos pensamientos. No fui a estudiar, no dormía bien. Solo pensaba y pensaba, incluso llegué a una conclusión que Edward debía escuchar. O al menos anhelaba que lo hiciera.

Ya había planeado empezar este día tirada en la cama, llena de tristeza y con ganas de no levantarme más. Hasta que papá me llamó.

Edward despertó.

Le estaba costando un poco respirar a un ritmo normal, pero despertó. Sus examenes no dieron a conocer alguna falla en sus funciones cerebrales, él estaba bien, solo un poco débil, pero con un buen tratamiento y cuidados volvería a su situación anterior. Una en donde su única preocupación eran las terapias para la movilidad completa de su pierna.

Evidentemente mi ánimo volvió, no dude en dejar la tristeza aguardando e ir al hospital. Cuando llegué Matt estaba en el pasillo y se veía bastante aliviado, calmado.

—Ya despertó, está un poco perdido y dijo que estaba cansado. Fuera de eso nada grave.

—¿Crees qué pueda pasar a verlo?

—Creo que sí, mamá está ahora con él. Apuesto que se alegrara de verte.

Intenté darle una sonrisa tranquila antes de disculpamer e ir a la habitación donde lo tenían. Porque en efecto estaba feliz de que él esté bien, más estas últimas noches de solo pensar trajeron está sensación molesta que no quería abandonarme, y tenía una insistente necesidad de sacarla.

Frente a la habitación estaba papá con Mario, ellos también se veían más tranquilos. Los saludé y también perdí permiso para entrar a la habitación. Abrí la puerta con cuidado y ahí estaba Claudia, sentada junto a la camilla de su hijo y tomándolo de la mano, ella se veía feliz y creo que ahora lloraba por eso.

Claudia al verme se levantó del mueble y se acercó a abrazarme, respondí a su abrazo aliviada, me alegraba verla tranquila y feliz.

—Gracias por venir —susurró—. Él ya me preguntó por ti.

—No hay de que agradecer.

—Bueno —se alejó de mí—, los dejó para que hablen.

En cuanto Claudia salió me centré en Edward, a quién no miré con atención apenas entré porque sabía lo que pasaría, justo lo que estaba pasando ahora. Mi corazón se aceleró, a causa de la emoción y angustia. Sentí una calma infinita al ver que sus ojos estaban atentos en mí, que gracias a Dios el seguía con nosotros.

Me quedé quieta, sólo viéndolo sin decir nada, todo lo que había planificado decir por algunos segundos quedó bloqueado.

—Esme... —su voz salio lenta, cansada.

—Hey...

—Yo...

—No te esfuerces —interrumpí, me armé de valor y me acerqué hasta estar al lado de la camilla—. Apenas empiezas a recuperarte, además, ahora quiero que me escuches.

Asintió.

Tomé aire y empecé a hablar. —No sabes cuanto me alegra que estés bien, que no pasó a mayores y que en algunos días volverás a estar en tu casa... Pero... No he estado tranquila porque este sentimiento no me deja en paz... Estaba asustada y confundida... Incluso llegué a una conclusión sobre ti, y es que eres un egoísta.

Elevó sus cejas un poco sorprendido, quizá pensó que haría preguntas de por qué lo hizo o algo parecido, pero ya habrá momento para eso. Él quizo contestar pero me le adelanté.

—Eres un egoísta, Edward. No pensaste en los demás al hacer eso, solo en tí —una sensación exaltante empezó a fluir en mí, sacando la molesta que aguardaba en mi pecho—. Si tan sólo hubieras visto la desesperación de tu mamá cuando te sacaron en la ambulancia, tu papá estaba más que angustiado, ¿qué crees que pensaban? Seguro nada bueno porque hasta yo creí que podías morir —mi voz tembló a causa de lo último—. No consideraste tampoco a tu hermano que siempre se preocupa por ti, ni tampoco a Tara, que en su condición es más delicado porque sin importar cuanto tiempo tenga los sentimientos fuertes siempre afectan... Y no sé porque lo hiciste, pero si es por lo de Frank también debiste pensar en él, ¿qué crees que deseó para ti en sus últimos días? Sí, que estés bien. ¿Acaso no recuerdas el vídeo? No tienes la culpa ¿cuesta tanto entenderlo?

—Esme no...

—Esme, Esme, Esme —mi voz empezó a temblar—, tampoco pensaste en mí. Dijiste que me querías desde hace mucho, prometiste que no serías un pesado, y mira lo que has hecho. Un acto de egoísmo, muestra de los molesto y pesado que estas siendo conmigo.

—No fue así—desvió por un momento la mirada—. Me duele que creas que lo hice con ese fin.

—¿Ah, no? Entonces aclarame algo, Edward, ¿Estabas borracho o algo por el estilo cuando te tomaste esas pastillas?

Su ojos volvieron a centrarse en mí. —No, solo quería dormir.

Asentí apretando los labios. Una sensación de ira empezó a embargarme y si me preguntaran por qué no sabría responderlo, solo estaba triste y molesta.

—El otro día vi en el pasillo a tus padres derrumbarse, sentirse culpables por lo que pasó. Si tu vida hubiera terminado para ellos todo sería más fuerte que perder un hijo, claro, si es que ese dolor tiene comparación —las lágrimas escaparon de mis ojos.

—Esme de verdad quiero que lo entiendas, fue sin intención —su voz se volvió más débil—, no quería causarles daño.

—El otro día me prometiste que no ibas a dejar de quererme —como ahora parecía costumbre, mi corazón se aceleró debido a tantas emociones—, y no sé si lo entiendes, pero no dañas a quien quieres. Y me duele que hayas querido dormir por siempre, dejarnos a todos sin siquiera despedirte.

—Esa promesa no es falsa.

—Tus acciones no sostienen tus palabras.

Nos miramos en silencio unos segundos, el que no haya respondido queriendo disculpase me pareció lo mejor.

Tomé aire antes de volver a hablar. —Aunque lo nuestro no sea oficial, creo que debemos darnos un tiempo.

—¿Un tiempo?

—Sí, un tiempo. De verdad no me siento bien, y desde que te conocí no he hecho más que pasar por un vaivén de emociones. Y como tú me dijiste, es momento de dejar de resolver los problemas de los demás y centrarme en mí.

—Entonces ya no quieres saber de mí...

—Quiero que estés bien. Quiero estar bien... Y para eso se necesita tiempo y espacio.

—Como quieras, igual mi promesa sigue en pie.

—No estoy segura de poder decir lo mismo de la mía.

Le di una última mirada antes de salir de ahí. No me sentía bien viendolo en ese estado, sabiendo que por poco y no lo volvía a ver.

Quizá parecía un poco ilógico querer alejarme luego de anhelar que siguiera vivo, pero su desequilibrio empezaba a afectarme. Y no podíamos estar mal los dos.

Amor Entre las Flores ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora