8| Un propósito.

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Se supone que era lunes, un gran inicio de semana.

Pero definitivamente no sabría como definir esto.

Acababa de llegar del instituto, había dejado las llaves porque en la mañana salí apresurada, así que Víctor dijo que estaría aquí a medio día. Pero no, ni Gasparin tenía la gentileza de aparecer y abrirme.

Ahora estaba en casa de los vecinos ya que Matt había insistido en que no esperara en la calle. Sus padres paseaban por toda la casa y Matt no sé a dónde se fue, así que además de sola estaba un poco incómoda. Ni siquiera Tara daba señales de vida, seguro no estaba en casa.

El señor Torres se sentó frene a mí en el sofá.

—¿Cómo les fue hoy? —preguntó con la vista fija en el móvil.

—Bien, ningún profesor faltó.

Este hombre sería como una versión futura de sus hijos. Tenían la misma forma de la barbilla, su piel no era tan clara pero algunos rasgos de sus rostro me recordaban mucho a Edward, más ese color verde de los ojos que tanto me gustaba; en cambio su cabello, era negro como el de Matt.

—Esmeralda —la señora Claudia apareció en la sala con un delantar puesto—, sé que no debo pero, ¿podrías hacerme un favor?

Asentí un poco dudosa.

—¿Puedes traer a Edward con nosotros? —aquello logró que su esposo apartara la vista del teléfono y la fijara en mí, su expresión se cargó de ilusión—, solo te pido que lo intentes.

¿Cuantos problemas tendrá esta familia...?

—Solo si quieres intentarlo —aclaró el señor Mario.

Me levanté del sofá. —Voy a intentarlo, pero no prometo nada.

Ambos me sonrieron. —Ya conoces el camino.

Subí hasta la habitación de Edward... ¿Cómo alejo a esa abeja del panal?

Toqué la puerta.

—¿Quién?

—Esmeralda.

—¿Qué quieres?

No respondí, solo entré. Edward estaba sentado frente al computador, giró la silla para ver a mi dirección. —No dije que pasaras.

—Nunca pregunté si podía pasar.

—Buen punto —volvió a girarse al computador—. ¿Qué haces aquí?

—¿No te puedo venir a visitar?... —me expresé con fingida inocencia— somos vecinos.

—Dijiste que tenía dignidad ¿No?

Buen punto.

—¿Qué haces? —cambié de tema.

—Veo estupideces en Youtube, ¿tú qué quieres?

—Que directo —bufé—. No hay nadie en casa, Matt me invitó mientras esperaba y luego se esfumó, así quería saber si te gustaría acompañarme.

—Ya estás aquí.

—Tu mamá me invitó a almorzar —Traté de que no sonara tan interesado sino como algo casual—, así que como eres una de las persona con que más he tratado de ésta casa me gustaría que estuvieras ahí.

—No quiero, como aquí.

—También puedes hacerlo abajo.

—En ésta habitación tengo todo lo que necesito. ¿Qué ganaría bajando?.

Amor Entre las Flores ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora