24| Se acerca el día.

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Aunque el lío con mis hermanos fue ayer aún seguía molesta. 

Y en realidad estaba molesta, no era solo por decirlo. Lo estaba. 

No quería salir de la habitación, no quería comer ni que me hablaran. Víctor entró para preguntar como estaba y le dije que se saliera antes de que le pinchara un neumático, comprendió que no era en broma y se fué, logrando empeorar mi situación, ¿por qué? porque quería estar sola pero no quería que se fuera. 

Patético, lo sé. 

Así que a regañadientes me levanté de la cama y salí molesta de casa, tampoco quería salir, simplemente me provocaba hundirme en la cama hasta que me pasara la amargura. Pero no, a la profesora se le antojó cambiar la entrega del informe de historia para mañana y además hacer un interrogatorio sobre ello, lo que significa que debía hacerlo porque sí. 

Eso me dio ganas de lanzarla por las escaleras. 

Y entendí que mientras muchos decían eso y otros reían, yo lo consideraba cruel, pero no ahora cuando estaba en una situación distinta, ahora sentía empatía.

Con irritación toqué el timbre de los Torres. Pasaron algunos minutos hasta que Matt abrió, su sonrisa dulce me resultó chocante. 

No me sonrias, Matt. 

—Esme, ¿qué haces aquí? ¿acaso buscas a Edward? 

No, gracias, ya basta con mi amargura. —No, vengo a que me regreses el libro de historia. 

—Ah sí, lo siento —parecía un poco avergonzado—, pasa. 

Entramos a la casa, Matt me pidió que lo esperará abajo, dijo que lo buscaría en su habitación. Así que eso hice, espere sentada, dando golpes con mis dedos al brazo del sofá. 

Matt no tardó mucho en bajar, me sonrió en disculpa y se dirigió a la puerta de la sala —o habitación, o lo que sea— de estar, aunque luego se detuvo de inmediato como que si le hubieran arrojado un tobo de agua fría. 

—En verdad, lo siento —paso las manos por su cara—. No sé donde está mi mente hoy —sonrió para sí mismo—, en un momento vuelvo. 

Sin más salió de su casa, dejándome sola.

¿Acaso tiró el libro a la basura y ahora piensa perseguir al camión del aseo? 

Ahora mi irritación había aumentado, quería golpear al primero que entrara por esa puerta. Pero trascurrieron otro par de minutos cuando la puerta principal se abrió, solo que no entró Matt, tampoco Edward, ni nadie que  fuera capaz de golpear. 

Los ojos verdes del señor Mario cayeron en mí. Mostró una sonrisa ladeada, acentuando la hendidura de su mejilla derecha. Se alejó un poco para mantener la puerta abierta, dando paso a Edward, quién venía empujado en su silla por Matt. 

Capté dos cosas resaltantes, bueno una más qué otra. 

Primero, Edward estaba en la silla; Segundo, tenía un morado en el rostro. 

—¿Qué haces aquí? —ignoraba mi evidente gesto de confusión. 

¿Qué le paso en el rostro?. —Vine a buscar a Matt, pero...

—Tu hermano dijo que no querías ver a nadie —Edward  interrumpió—, que estabas molesta. 

—¿Estabas en mi casa? —. No lo ví llegar, bueno, como lo haría si estuve encerrada en la habitación. 

—¿Estabas molesta? —preguntó mientras Matt lo movió hasta quedar frente al sofá donde estaba sentada. 

—Sí... —con él también lo estaba—. ¿Qué te paso? 

Amor Entre las Flores ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora