Todo comenzó un domingo.
Mientras mamá regaba las flores, junto con mi hermana charlabamos con nuestra vecina de enfrente y amiga. Tenía la misma edad que Victoria, quizá por eso era más su amiga que mía.
—Podemos pasar la tarde aquí ¿no? —dijo Laura—. Eso no significa que estemos por curiosear.
—Para nada —respondió mi hermana.
Se corría el rumor de que la casa junto a la nuestra estaba vendida a una buena familia, y con buena me refería a adinerada. Aunque si lo pensabas bien no sería de ricos abandonar la ciudad para ir a un pueblo. La casa no era lo más bajo, pero tampoco una mansión de campo, solamente era la más grande de la calle, y dicen que tenía el mejor de los patios pero no había entrado para comprobarlo.
—¡Miren! —exclamó Laura.
Un auto evidentemente costoso estacionó frente a la dicha casa. Esto era como una película, al auto hasta le brillaban los neumáticos. De el lado del copiloto bajo una mujer no muy alta de cabello castaño, con porte elegante y sonrisa amable, sin pensarlo se dirigió a mamá y le extendió la mano.
No podíamos oír bien lo que hablaban, pero si ver con claridad. ¿Cuán costoso sería ese bolso?
Un hombre muy guapo bajo del lado del chofer y al igual que la mujer sonrió cordial.
—Es guapísimo —Laura se escuchó emocionada.
—Quizá por eso la tipa está con él —respondió Victoria.
Tal parece y mamá nos presentaba porque señaló a nuestra dirección. No debía escucharlo para darles mi mejor sonrisa. En cambio Victoria y Laura saludaban mientras murmuraban con cual de las dos se quedaría el hombre sino estuviera casado.
El señor hizo una seña al auto y una chica —de la edad aparentemente de Victoria— bajó. Su cabello era negro, largo y caía en hondas; parecía un encanto de persona. Seguido de ella venía un chico de cabello negro que parecía un poco avergonzado.
Ahora la señora fue quien hizo una seña al auto pero nadie bajó. Solo alguien extendió su mano y saludó.
No los escuchaba bien pero pude notar que se disculpaban por la persona dentro del auto. Evidentemente indicaron al chico dirigirse al auto, éste habló con la persona dentro y luego fue al maletero.
De allí el detalle que ninguna esperaba.
Sacó una silla de ruedas. La abrió junto a la puerta para luego ayudar a bajar a la persona. Era un chico. Cabello castaño, piel clara, no pude detallarlo más ya que traía gafas oscuras y no nos miraba.
La señora —seguro la madre de todos— le hizo una seña al joven de la silla de ruedas, éste saludo con evidente fastidio para luego observarnos y hacer lo mismo. Luego echó la cabeza atrás y dijo algo para que el chico de cabello negro riera mientras lo llevaba a la casa.
Los señores se despidieron de mamá y se dirigieron a su casa. En cuanto estuvieron fuera de nuestra vista corrimos a entrevistar a mamá.
—¿Quiénes son? —preguntó Victoria.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó Laura.
—¿Por qué le dijeron al de la silla de ruedas que se bajara? —pregunté.
—Chicas, ya —respondió mamá con calma—. Deben esperar que llegue David, habló antes con ellos y resolverá sus dudas —se refirió a papá.
Asentimos. Victoria regresó a casa de Laura y me quedé para ayudar a mamá. Amaba las flores, tenía una devoción por los girasoles, eran esenciales en mi vida.
Un rato después, Víctor, llegó. Mi hermano mayor estacionó su moto frente a la casa y se acercó sonriendo.
—Cosita —depositó un beso en mi frente.
Todos en la familia me decían cosita por ser la menor, según dicen que mi cabello de color cobrizo —como el de mamá— me daba ternura absoluta, y aunque no me gustaba mucho ser tratada como bebé lo soportaba, además a veces tenía sus ventajas.
—Víctor —dije y lo abracé—. Adivina, tenemos nuevos vecinos.
—¿Son rabiosos? —bromeó viendo a la casa de al lado.
—Son un amor —respondió mamá—, nos invitaron a cenar.
—¡¿Qué?!
La exclamación llegó de parte de los tres. Victoria recién llegaba.
—Sí, cenaremos con ellos como buenos vecinos, así que deben comportase —dijo eso a Victoria—. Asistiremos quieran o no —enfatizó a Victor—. Y dejaran la curiosidad —me observó de última—. Ahora pasen a alistarse antes de que llegue su padre.
Nos rendimos y entramos a casa. Eramos casi adultos y mamá nos trataba como niños, y peor aún, yo era la bebé.
Victoria dijo algo sobre impresionar y se fue directo a su habitación. Víctor dijo que no era nada del otro mundo y me invitó a ver películas mientras llegaba papá, algo a lo que no pude negarme. Me recargué en su hombro y observé su cabello rubio, él y Victoria eran mellizos.
Ellos se parecían a papá y yo a mamá.
—¿Sabes? Eres muy guapo —le sonreí—, no quiero que rompas corazones, sé que te pido algo absurdo pero guarda tus sentimiento para la chica correcta. No te amarres a la primera que siempre quiera sexo.
—Woo, Cosita. Ustedes son mis chicas, no necesito más —guiñó un ojo—. Además, no pronuncies la palabra sexo delante de mí, al menos que desees la charla más incómoda de tu vida.
Asentí riendo.
—Familia —papá entró sonriendo. Se sentó frente a nosotros y suspiró.
—Ya llegaron los vecinos —anuncié.
—Que novedad —dijo Víctor con sarcasmo.
—Bueno, ve a arreglarte Esmeralda, debemos tener una conversación todos antes de irnos.
No tuve oposiciones y fui a arreglarme.
Luego de un baño corto me coloqué un vestido blanco con estampados de flores azul claro. Amaba los vestidos. Específicamente esos de falda holgada que llegan hasta la rodilla, son mis favoritos, más si tienen estampado.
Bajé rápidamente y me encontré con mis hermanos y papá en la sala, ahora esperábamos a mamá.
—¿Segura que irás así? —preguntó papá a Victoria.
Llevaba un vestido ceñido de color negro que le llegaba antes de las rodillas, el cabello en ondas, tacones semi altos y un maquillaje pronunciado.
—Dejala papá —respondió Víctor—, está de turno.
Me fue inevitable reír. Victoria dejó la sala molesta.
Víctor y papá no dieron molestia en arreglarse. Víctor seguía con la camiseta marrón del trabajo y papá se había quitado la bata y la corbata.
Nuestro padre era doctor.
Mamá apareció con un vestido sencillo color crema del mismo diseño al mío, seguida de Victoria y dos kilos menos de maquillaje.
—Bien, ya puedo hablar —anunció papá estando en pie—. A partir de mañana veremos a uno que otro integrante de los vecinos por la casa. Ojo, solo de la entrada a mi consultorio. Supongo vieron al chico de la silla de ruedas ¿no? —todos asentimos—. Voy a tratarlo, así que seamos cordiales y demos una buena impresión. Es un caso privado por eso lo atenderé en casa.
—No podemos prometer lo de la impresión. Esa gente regresará a su mansión la próxima semana —dijo Víctor.
Mamá lo reprendió mientras salíamos de casa. No sabía si reía por nerviosismo o qué, pero no dejé de hacerlo hasta estar frente a la casa de los vecinos.
Llegaba el momento de conocer a la dichosa familia.
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Amor Entre las Flores ©
Novela JuvenilDicen que: "naces, creces, te reproduces y mueres " y como todo ciclo tiene ciertas intervenciones, diría que el mío es más como: Naces, creces, tienes nuevos vecinos, secuestras a uno de ellos y... Pues terminas al control de un auto "prestado" cu...