23| Yasel y Yamileth.

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Mi primera reacción fue esconderme detrás de el extraño arbusto como la típica acosadora estúpida.

¿Por qué parecía la acosadora estúpida?.

Mamá me había enviado a casa de Laura para llevarle algunas cosas a su madre, justo cuando estaba saliendo Rosa llegaba a casa de los Torres. Ella había tocado el  timbre y esperaba a que abrieran. 

Y aunque quisiera ir, no me parecía correcto, porque ya era asunto de ellos y mi corta vida tenía varios problemas como para sumarle estos. Pero aunque no fuera a intervenir quería saber, tenía la extraña necesidad de querer saber que sucedía porque sí. 

Era mi chismosa interior. 

Solo que no quería dejarla salir. Así que no había dejado la casa de Laura porque esperaba que Rosa pasara a casa de los Torres. 

Y en cuanto lo hizo ocurrió otra casa que me impidió ir tras ellas. 

Un grito proveniente de mi casa. Era Víctor. 

Eso me alertó mucho porque la última vez que lo escuché gritar de esa manera casi se queda sin dedo, producto de un corte con una máquina de su trabajo en el taller. Salí corriendo de la casa de Laura directo a la mía, no me molesté en fijarme si Rosa me veía o si no cerraba la reja de la casa al entrar, solo corrí directo al garaje como la propia maníaca esperando hacer como en la forma del agua y recoger los dedos de Víctor, solo que en mi lugar vomitaria y no estaría en plena calma como la protagonista. 

Víctor apoyaba las manos en su cabeza —como si ocurriera la tragedia más grande del mundo— y miraba la moto con suma fíjesa. Fue un alivio saber que no le faltaba ninguna extremidad. Imitando su acción fijé mi vista en la moto y descubrí lo que sucedido. 

Entonces mamá apareció. —¿Qué sucede, Víctor? ¿te volviste a lastimar? —era bueno saber que no era la única loca con respecto a esos pensamiento. 

—Es peor —sus ojos seguían mirando la moto—, alguien lastimó a mi bebé. 

El tanque de la moto tenía un gran agujero, lo que me hizo notar el charco de gasolina que lentamente se extendía en el suelo. 

—¿Cómo sucedió? —mamá también parecía confundida. 

—Es fácil mamá —Víctor nos pasó a un lado—. Me las va a pagar.

Él apresuró sus pasos directo al interior de la casa, lo seguí junto con mamá para tratar de enteder lo que dijo. Subimos las escaleras y de forma estruendosa abrió la puerta de la habitación de Victoria. 

—¿Podrías explicar por qué heriste mi moto, Yamileth?.

La cosa se iba a poner fea. Él dijo Yamileth. 

Ellos odiaban sus segundos nombres. 

—¿Por qué coño me dices Yamileth? —Victoria se levantó de la cama—, no puedes entrar aquí solo para ofenderme. 

—No volveré a pasar por esto —dicho eso, evidentemente molesta, mamá dejó la habitación. 

El rollo de los segundos nombre era complicado. Resulta que esos nombres los escogió mamá en honor a sus tíos favoritos quienes murieron antes de ver a sus sobrinos segundos. Los tíos se llamaban Yasel y Yamileth. Supongo que mamá heredó de la bisabuela esa loca manía de combinar las iniciales de los nombres. 

—Porque te llamas Yamileth y me da la gana de decirte así —atacó Víctor—, ahora quiero mi bendita explicación. 

—Yo  no me llamo así —sus palabras fueron lentas y resaltantes. 

Amor Entre las Flores ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora