12| De nada, Colibrí.

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Carlos volvió a reir.

—¡Que no te rías! —me quejé dando un golpe en su hombro— ¡casi me muero del susto!.

Regresábamos del colegio y como Matt no nos acompañaba le contaba lo indignada que estaba con Edward.

—El tipo es un genio —mantuvo la sonrisa—, nada mejor que hacerse pasar por enfermo para quitarse una chica.

—Eso no fue nada bueno, casi me muero del susto —suspiré pesadamente—. Luego llama y se molesta porque el ofendido fue él. No sé que rayos le sucede. 

—Cosita, debes admitir que aunque Victoria sea hermosa es una chica pesada, solo ustedes sacan su lado bueno.

No respondí y apresuré el paso. Mis hermanos no eran perfectos, pero así los quería. Además me molestaba que tanto Carlos como Victoria vivieran haciendo comentarios pesados o con burla hacía el otro, ya que ellos pese a conocernos desde hace años no se llevan del todo bien. 

—Esme, Esme —Carlos me abrazó desde la espalda—. Lo lamento ¿sí?, aunque sabes que tengo algo de razón.

Solté un bufido, estaba cansada del tema.

—¡Dale un beso! —se escuchó a grito.

Ambos miraros de forma instintiva a la zona superior de la casa, pues estábamos frente a ella. Era Víctor, y como siempre molestado con que somos novios en secreto.

—¡En privado es mejor! —respondió Carlos ganándose un golpe de mi parte.

—¡Así que ya se besaron, picarones! —respondió con una sonrisa.

Decidí ignorarlo y me volteé para ver a Carlos.

—Bueno, como eres un sol dejaré lo del mal comentario atrás —le sonreí—. Te quiero.

—Yo también —me abrazó—. Ahora me iré antes de que tu hermano nos case.

Reí ante lo dicho y me alejé.

—¡Adiós, cuñado! —gritó Victor.

—¡Adiós, cuñado! —le respondió Carlos sonriendo.

Idiotas.

Al entrar a casa me encontré el delicioso almuerzo de mamá, nada mejor después de un pesado día de estudio.

—¿Cómo te fue hoy, cariño? —preguntó Mamá al servirme la comida.

—De maravilla —respondió Víctor por mí llegando a la cocina—. Estaba dándose besos con Carlos.

Volteé los ojos. —Ni que me llamaran Víctor para andar dándome besos con todo mundo.

—Esmeralda, respeta a tu hermano —reprendió Mamá.

—¿Y Victoria? —pregunté extrañada. Siempre llegaba a la hora del almuerzo.

—En la casa de al lado.

Detuve el bocado que iba a mi boca ante la respuesta de Victor, creí que ella ya había captado lo sucedido.

—¿Qué? —preguntó curioso.

—Nada —encogí los hombros—, simplemente no sabía que se llevara tan bien con nuestros vecinos.

—No eres la única que puede hacer amigos.

—Eso ya lo sé —respondí con doble sentido.

Víctor entendió porque me hizo una seña para que callara, no le convenía que mamá supiera sobre su nuevo lío con la encantadora sobrina de los vecinos.

Amor Entre las Flores ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora