Nunca juzgues un libro por su portada.
Eso aplica con ésta casa, por fuera no es la más lujosa pero en el interior era verdaderamente hermosa. Pisos pulidos y muebles modernos, los cuadros van a juego e incluso tenían una chimenea eléctrica, ¡siempre quise una!. Entramos al comedor, hasta la mesa brillaba; también tienen una isla, y quizá me cuesta entender como entra todo en la casa... Está muy, pero muy ordenado.
Los presentes se levantan al vernos, con exención del chico parapléjico que justamente nos da la espalada ya que está sentado en una de las puntas.
—Doctor Fuentes —saluda el hombre —. Es un placer tenerlos en nuestra casa.
—Mario. El placer es nuestro —corresponde papá sonriendo—, permitame presentarnos. Mi esposa Emma, mis hijos Víctor y Victoria, y mi hija menor Esmeralda —hizo una leve seña al nombrar a cada uno.
El hombre asintió. —Mi esposa Claudia, nuestras sobrina Tara, mi hijo menor Matt y el mayor Edward —señaló de último al chico parapléjico. Este aún llevaba gafas para el sol... En plena noche—. Sientense.
Edward estaba en un extremo y su padre en otro. Frente a nosotros la familia de ellos y papá en uno de esos asientos. Sirvieron la comida y todo procedió en silencio, nadie se animó a hablar. En cambio yo sí quería, tenía la necesidad de preguntar el por qué de las gafas.
El chico, Matt —a quien ahora detallé con múltiples pecas en el rostro—, veía a su hermano y reía de forma disimulada. ¿Cuál es el chiste?. La chica, Tara, me veía, le sonreí e hizo lo mismo; miré a Victoria y no hacía más que evidentemente detallar la casa. Víctor le dio un golpe en la pierna para que disimulara pero lo único que obtuvo fue que casi me ahogara con el trozo de carne al contener la risa.
Papá soltó un suspiro ante nuestra estupidez. —¿Estudia, la señorita? —preguntó.
Ella asintió. —Segundo año de derecho.
Papá le sonrió. —Muy buena carrera, no tanto como la medicina, pero vale la pena.
Reí, amo los chistes de papá.
—¿Y sus hijos? —inquirió el señor... ¿Mario? Sí, ese era su nombre.
—Victoria estudia diseño, Víctor mecánica y Esme cursa último año de secundaria.
—Igual que Matt —respondió el hombre sonriendo.
Miré a Matt y me correspondió con una pequeña sonrisa.
—¿Estudias, Edward? —preguntó papá.
—Sí, tengo clases en línea. En mi condición es difícil adaptarse a las áreas de una institución.
—Lo importante es el intento.
Edward asintió y miró a Matt, éste miró a su prima que suspiró antes de hablar.
—¿Por qué traes lentes, Edward? —su pregunta se escuchaba con evidente fastidio.
—Porque nadie brilla más que el bombillo.
Victor reprimía una sonrisa y yo evitaba reír.
—Chicos... —reprendió la señora Claudia.
—Dame —dijo Edward. Matt sonrió y sacó un billete para dárselo a su hermano, éste se quitó las gafas y se las dio a Matt—. Disculpen —recorrió con la mirada a todos los presentes—, ya no tengo nada que hacer aquí.
Retrocedió un poco su silla. Matt quería levantarse a ayudarlo pero Edward se negó con una seña. Se inclinó para tomar unas muletas del piso y retirarse.
ESTÁS LEYENDO
Amor Entre las Flores ©
Teen FictionDicen que: "naces, creces, te reproduces y mueres " y como todo ciclo tiene ciertas intervenciones, diría que el mío es más como: Naces, creces, tienes nuevos vecinos, secuestras a uno de ellos y... Pues terminas al control de un auto "prestado" cu...