Vida, una palabra sencilla de leer, pero muy complicada de explicar, cuatro letras cuyo significado aún no terminamos de comprender y difícilmente lo haremos pronto. Esa perra injusta se ha encargado de poner mi mundo de cabeza e insiste en complicar mi existencia. Sé que es muy poco probable que algún día llegué a averiguar que tantos errores cometí en mi vida pasada, pero sin miedo a equivocarme sé que debieron de ser lo suficientemente malos para tener que estar pasando por todo esto.
La noticia nos cayó como un balde de agua fría a todos, fue una gran dosis de realidad que nos obligó a quitarnos la venda que nos cegaba para comenzar a asimilar una verdad dolorosa: se había ido y no había nada que la trajese de regreso. Mi pecho dolía y los recuerdos de su risa, su rostro contraído de alegría cuando aún podía sonreír me partían el alma.
Jodidos recuerdos que no lo hacen más fácil.
Los últimos meses fueron los peores, me aterroriza haber sido egoísta al pedirle más tiempo, me asusta pensar que la obligué a quedarse causándole más dolor, pero simplemente no podía aceptar que se marchara, no quería imaginar un mundo donde ella no estuviese y me aferraba a la más mínima esperanza que la mantuviese con vida.
Hace más de una hora esa esperanza murió.
La habían declarado muerta. Se había apagado. Su cuerpo sin vida fue lo último que vi antes que me sacaran de la habitación y un grupo de médicos llegaran a su encuentro. Mi madre me esperaba en el pasillo del hospital, tenía los ojos enrojecidos e irritados de tanto llorar; su mirada conectó con la mía y de alguna manera lo supo.
—Mamá... —susurré mientras me acercaba a ella, su cabeza se movía en negación y ese simple gesto me desarmó—. Lo siento... Lo siento tanto.
Me derrumbé mientras incontrolables lágrimas salían de mis ojos, ella me envolvió entre sus brazos y me dejó llorar en su pecho.
—No resistió, ella no pudo... —corté mis palabras debido a que una nueva oleada de sollozos atravesaba mi garganta—. Se ha ido, mamá.
Mi madre también lloraba mientras me sostenía, acababa de perder a su hija y yo, había perdido a mi hermana, a mi mejor amiga y a mi compañera de aventuras. Mi pecho dolía mientras miles de pensamientos pasaban por mi cabeza en ese instante, cientos de recuerdos que oprimían mi corazón y me robaban el aliento.
Asimilar la muerte de una persona importante de tu vida nunca será fácil, incluso si sabes que es inevitable, saberlo no hace que duela menos. Mara llevaba meses luchando con su enfermedad de pulmón; el donante estaba tan cerca que si hubiese resistido un poco más las cosas serían diferentes. Pero no la culpo, yo fui testigo de su dolor, de lo mucho que sufría y de lo difícil que era para ella admitir en voz alta que ya no podía más.
El camino de regreso a casa estuvo inmerso en un gran silencio, uno muy extraño que no podría describir, mi madre no había soltado palabra desde que salimos del hospital y yo tampoco había sido capaz de decir nada por qué ¿Qué diría? No había palabras que llenaran los espacios, no había nada que pudiera decir o hacer para cambiar las cosas.
Mi cabeza iba apoyada en la ventanilla del taxi, lágrimas secas reposaban en mi mejilla mientras observaba pasar las calles de la ciudad a gran velocidad, mi mente se encontraba en blanco aun sin poder creer todo lo que estaba sucediendo.
Desvíe mi vista de la carretera y observé a mi madre a través del espejo retrovisor, lucía agotada, grandes ojeras descansaban bajo sus ojos empeorando su semblante. Por un momento sus ojos conectaron con los míos y no pude mantener la mirada, un nudo se había instalado en mi garganta evitándome mantener el contacto, así que regresé mi vista a la carretera.
Mamá tenía sus ojos y a través de ellos solo la podía ver a ella.
El resto del camino fue aún peor, se había instalado una nube de tensión a nuestro alrededor, quizás llena de miedo, tal vez terror al asimilar lo que significaba lo que acababa de suceder, durante breves minutos fui consciente que no era el momento para derrumbarme por completo, todavía existía alguien que me necesitaba, por quien tenía que ser fuerte, una personita a la que le debía esperanza.
Ben
Mi pequeño hermano Ben.
Su estado no es el mejor, su cuadro clínico era reservado y los médicos no nos daban un pronóstico concluyente y eso solo está empeorando mis nervios.
Su enfermedad estaba empeorando. Y me asustaba admitir que estaba muy lejos de mejor. Los tratamientos estaban dejando de funcionar y nuestra última opción aún no era viable. Nuestro último recurso era un trasplante de corazón, sin embargo, todavía estamos muy por debajo en la lista de espera por lo que los medicamentos que le suministraban los doctores eran lo único que teníamos.
Con un pronóstico tan desalentador resultaba difícil ser positivos, pero dejando de lado mis pensamientos negativos me obligué a por primera vez en la vida ser optimista y creer que no todo estaba perdido.
El ruido del motor apagándose me permitió volver a la realidad, salí del auto a gran velocidad sin ni siquiera comprobar que mi madre me seguía. Crucé el pequeño pasillo de la casa en busca de las escaleras que llevaban directo a mi habitación, al llegar cerré la puerta y dejé caer mi cuerpo contra esta. Cerré mis ojos por leves segundos para calmar mi agitada respiración, al abrirlos me encontré con mi reflejo en el espejo de cuerpo completo que estaba junto a la ventana.
Las últimas semanas llenas de preocupaciones y sin ni siquiera dormir bien estaban cobrando factura, mi aspecto era lamentable, grandes bolsas oscuras se encontraban bajo mis ojos, mientras estos estaban rojizos e irritados de tanto llorar, mi pequeña nariz estaba roja y un poco inflamada y mi rostro estaba más delgado. No reconocía a la persona del espejo y eso solo logró que mi mirada se empañara.
Limpié con la palma de mis manos las lágrimas que empezaban a resbalar por mi mejilla, pero fue casi imposible detener las que les siguieron, me permití por esa noche llorar, deje que grandes sollozos dejaran mi garganta hasta quedarme sin fuerzas, pude derrumbarme esa noche sin que nadie me viera y solo lo hice porque mañana debía ser fuerte.
Por mamá
Por Benjamín
Por Mara.
Así que corazón, resiste un poco más, que ahora no puedo repararte.
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La lista de los Corazones Rotos
Jugendliteratur«Porque incluso, una persona rota y lastimada nos puede enseñar a vivir con las heridas, mostrándonos la forma de encontrar los pedazos de un corazón roto» Una lista sería la encargada de colisionar sus mundos y lo que comenzó como un simple juego t...