Capítulo 43

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El sonido de la puerta cerrándose es lo último que escucho antes de que el silencio invada la habitación. Una inhalación profunda se me escapa. La estancia vacía y la cama tan bien tendida me resultan tan irreal que me cuesta no dar un paso hacia atrás. Durante esta última semana había estado intentando hacerme a la idea, pero supongo que no lo conseguí del todo porque aún me cuesta terminar de asimilar nuestra despedida de hace cinco minutos; sus ojos brillantes por las lágrimas y ese último abrazo que nos dimos antes de que mamá recogiera las maletas.

Otra inhalación, esta vez más temblorosa.

Observé la habitación una última vez antes de colgarme el bolso en el hombro y caminar hacia la salida. Después de tantos meses creo que empezaba a acostumbrarme a que siempre estuviera aquí, encontrarlo en el mismo lugar, siguiendo la misma rutina. Es incluso gracioso que podamos acostumbrarnos a lo que antes también dolía.

Salí del hospital con un sentimiento agridulce en el pecho que no terminó de desaparecer ni siquiera cuando llegué a casa. Desde la entrada escucho a tía Olivia moverse por la estancia, pero preferí seguir de largo hacia mi habitación. No me sentía del todo bien como para responder a sus preguntas, ya mamá después la llamaría para contarle todos los detalles de la instalación. El viaje hasta el hospital de Weston era de casi tres horas por lo que quizás no recibiremos noticias hasta la tarde.

Cuando me tumbo boca arriba sobre la cama siento que tengo una especie de deja vu, miré la pintura blanca de mi techo y casi quise echarme a reír o llorar, no lo tenía tan claro. Tenía la cabeza revuelta. Cerré los ojos un instante y tras tomar una respiración profunda volví a abrirlos, pero el nudo que sentía en el estómago no desapareció. En eso, el teléfono vibró dentro del bolsillo de mi pantalón anunciando un mensaje, luego otro y otro más. No necesitaba revisar para saber qué se trataba de June. La exposición era en tres días y los nervios empezaban a estar a flor de piel, ella estaba inquieta, y por alguna razón encontraba consuelo en mis mensajes.

Al ver la pantalla, se me formó una ligera sonrisa.

June: [S.O.S, alerta roja, emergencia, 3312, auxilio, ayuda]

June: [¡Estoy entrando en pánico, Ellen!!!!]

June: [Necesito ayuda porque no tengo ni idea de que debería ponerme. ¡¡Elige un vestido!! Te mandaré las fotos ahora. ¡¡Por favor!!

June usaba demasiados signos de exclamación.

Debajo de esos mensajes había cinco fotos de un par de vestidos, les eché un vistazo rápido antes de escribir una respuesta.

Ellen: [¿Qué te parece si mejor voy para allá y te ayudo a elegir?

Escribiendo...

June: [¡Eres la mejor! Te espero, gracias]

Le sonreí a la pantalla antes de apagar el móvil y arrojarlo en algún sitio entre mi cuerpo y las almohadas. Ir a casa de June parecía la excusa perfecta para distraerme un rato y ocupar mi cabeza en otras cosas. Para ser honesta, lo último que me apetecía era quedarme en casa y seguir haciéndome un lío en la cabeza. Había decidido que lo dejaría estar y que esperaría, aunque no fuera la persona más paciente. Confiaría en que las cosas resultarían bien para todos, especialmente para Ben. Me quería aferrar a esa última esperanza.

Mientras tanto, tenía que seguir retomando el control de mi vida, agarrar el volante con ambas manos. Sin miedo.

La confesión de Axel apareció entonces en mi cabeza, como si estuviera leyendo su mensaje en este preciso instante, tan inesperado como la primera vez que lo leí. Tan ridículamente sorpresivo que me enojo un poco no haberme dado cuenta de ello mucho antes. Las señales siempre habían estado ahí; las manchas que vi aquel día en su departamento, aquellos cuadernos en los que parecía estar siempre perdido con lo que ahora sabía que eran dibujos, los muchos colores que por alguna razón siempre supe que había en su interior. Las piezas empezaban a encajar por sí solas.

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