Capítulo 44

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Me desperté con un fuerte dolor de cabeza la mañana siguiente.

Sentía que la habitación daba vueltas y que la cabeza me explotaría en cualquier momento. Una sola pregunta, sin contar al alcohol, era la culpable de mi malestar: ¿Qué fue lo que sucedió anoche?

Llevaba un buen par de minutos tumbada sobre la cama, tratando de darle sentido a los recuerdos dispersos y borrosos que aparecían de repente cada vez que cerraba los ojos, pero no había conseguido dar con ninguna pista que me hiciera recordar cómo fue que terminé en el departamento de Axel. Aunque, para ser honesta, esa estaba hasta el último puesto en la lista de cosas por las que debía preocuparme en este momento, lo más seguro es que haya sido él quien se haya encargado de traerme hasta su casa luego de haberme bebido hasta el agua de las macetas.

Ahogué un grito de frustración contra la almohada.

No sabía cómo iba a ser capaz de mirarle a la cara ahora.

Fue un alivio no encontrarlo en la habitación cuando desperté, creo que podría haber muerto de la vergüenza. Es por ello que, desde entonces, he estado intentando retrasar nuestro encuentro tanto como sea posible, aunque sabía perfectamente que no podía quedarme aquí para siempre y que tarde o temprano tendría que enfrentarlo. 

Me tumbé de nuevo sobre la cama.

Necesitaba otro par de minutos.

Fragmentos borrosos aparecen como flashes en ese momento; las luces brillantes del bar, Klaus y June en la pista de baile, yo riendo por alguna razón y luego... Axel y yo ¿en la salida del bar? Intento aferrarme a ese último recuerdo, pero se desvanece tan rápido como llega. Un fuerte dolor en las sienes me hace cerrar los ojos y llevar mis manos a esa zona. Necesitaba un analgésico o la cabeza de verdad me iba a estallar. Estaba por levantarme cuando el ruido de un portazo me dejó congelada, luego el tintineo de unas llaves y un golpe seco contra alguna superficie.

Fruncí el ceño, confundida ¿Qué fue...? ¿Acaso Axel había estado fuera todo este tiempo?

De repente, el recuerdo de mi mano buscando instintivamente el calor de su cuerpo entre las sabanas al despertar y solo encontrar la frialdad de la tela apareció en mi mente cobrando sentido. Joder.

Me levanté de la cama rápidamente

Me moví por la habitación en busca de algo para ponerme, estaba en ropa interior y no veía por ningún lado la ropa que llevaba puesta ayer. Mierda. Lo único que encontré fue la camisa que Axel traía anoche. No lo pensé demasiado cuando me la pasé por la cabeza y me dirigí hacia el baño. Me cepillé los dientes con el cepillo de dientes que había utilizado las ultimas veces e intenté pasar desapercibido el hecho de que estaba junto al suyo, como si aquello se hubiese convertido en una costumbre. Me vi en el espejo y me pasé las manos por el cabello antes de salir directo al salón.

Lo encontré de pie en la cocina, apoyándose con una mano sobre la barra mientras leía las instrucciones de una caja que sostenía con la otra. Llevaba una sudadera gris, con el cabello negro cayendo hacia adelante, como si acabara de salir de la ducha. No voy a mentir, disfruté de la imagen unos cuantos segundos antes de aclararme la garganta y llamar su atención. Cuando su mirada me encontró en el salón una sonrisa curvo sus labios, yo se la devolví comenzando a acercarme. Sus ojos me detallaron hasta que tomé asiento en la silla que estaba frente a él.

—Bonito atuendo. —Fue el primero en hablar. Su sonrisa se ensanchó.

Bajé rápido la mirada a la camisa que me cubría más allá de los muslos y luego volví a subirla a sus ojos, intentando no parecer avergonzada.

—No encontré mi ropa.

Axel asintió despacio, parecía ligeramente divertido cuando dijo: 

—Posiblemente es porque la he metido en la secadora. —Había dejado de lado lo que tenía en la mano y ahora estaba completamente apoyado sobre la barra levemente inclinado hacia mi—. Y, para que quede claro, lo de antes no ha sido un reproche. Me gusta que uses mi ropa.

La lista de los Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora