Capítulo 15

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Elizabeth Gray, mi madre, nunca ha sido una mujer explosiva. Me refiero a que, siempre ha tratado de llevar las cosas con calma, tiene defectos como cualquier ser humano, pero la mayor parte de mi vida siempre la he visto como alguien que sabe controlarse, por lo que verla caminar hacia mí con tal desenfreno me sorprende.

Tía Olivia viene detrás de ella y desde donde me encuentro puedo ver cómo sus labios se mueven con rapidez mientras mi madre niega con su cabeza y continúa avanzando. Se detiene a unos cuantos centímetros de mi cuerpo y primero posa su mirada en Axel para posteriormente fijar su atención en mí.

—¡No tenías ningún derecho de decidir sobre mí, Ellen! —grita y su voz se escucha cargada de ira —. ¡Es mi hijo y que yo estuviera aquí o no, no era decisión tuya! No tenías por qué tomar esa decisión por mí.

Mis ojos se mantienen fijos en ella sin saber qué hacer. Tía Olivia trata de agarrarla por uno de sus brazos, pero mi madre se suelta y me señala con su dedo índice.

—Mi hijo entra en crisis y a ti solo se te ocurre sedarme ¡¿Es que acaso estás loca?! —trago saliva soportando menos esta situación.

Tía Olivia sigue tratando de calmar a mi madre quien no deja de gritar de forma histérica culpándome de todas las cosas jodidas que están sucediendo. Un escándalo a la mitad del pasillo de un hospital es lo menos que necesitamos en este momento.

—Mamá no creo que...  —intento calmarla cuando sus gritos llaman la atención de las enfermeras y las personas que caminan por el pasillo.

—¡Si tu hermano llega a morir será tu culpa!  —sus palabras son como un disparo directo al corazón—. Por irresponsable, por creer que podrías con una situación como esta, por...

—¿Mi culpa? —niego con mi cabeza, interrumpiéndola—. No estás siendo justa, mamá.

Mi voz se corta y ver la forma tan despectiva con la que mi madre me observa solo hace que mi barbilla tiemble y por leves segundos mi vista se nuble, sin embargo, no me permito derramar ninguna lágrima.

—No me interesa ser justa contigo, Ellen —suelta a la vez que estira su brazo señalando la habitación de Ben—. La única persona que podría importante en este momento está al otro lado de esa puerta.

La observo incrédula sin poder creer que esa persona que tan solo hace unos días lloraba sin consuelo en el piso de su habitación sea la misma que me observa indolente sin importarle que con sus palabras esté atravesando mi corazón. Me niego a creer que esa persona que hasta hace unos días estaba destrozada por la muerte de Mara sea la misma que suelta todas estas palabras hirientes. Mi mirada se alterna entre ella y tía Olivia quien nos mira sorprendida sin atreverse a soltar palabra, mi madre se aleja de mí para acercarse a la habitación de Ben y justo cuando toca la perilla de la puerta, hablo:

—Ahora si te importa ¿no?, pero ¿Dónde estabas hace una semana, mamá?, Dime que hacías mientras yo me ahogaba en las mentiras que decía cada vez que él preguntaba por ti. Porque no estuviste aquí —le reclamo—. Ni una sola vez.

Todas las personas tenemos un límite y cuando esté se cruza no hay vuelta atrás, las consecuencias dejan de importar y solo piensas en el ahora.

—¡Me sedaron! —nos señala a tía Olivia y a mí— ¿Cómo pretendías que estuviese aquí, cuando tú misma me lo impediste?

—¡Me equivoqué! —suspiro—. No pensé con claridad cuando tomé esa decisión, pero no hablo solo de hoy, mamá, me refiero a todos los días anteriores a esto, no estuviste aquí en ningún momento. Estabas en casa echándote a morir por la muerte de Mara, cuando Ben te necesitaba más que nunca.

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