Capítulo 45

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Axel

Con el tiempo uno aprende a diferenciar las cosas que importan de las que no. Aquello a lo que debe regirse por principio y eso a lo que simplemente debe ignorar. A algunos les toma un poco más de tiempo que a otros llegar a ese punto, pero para mí pareció estar claro desde siempre.

Quizá fue luego de que mi padre decidiera empacar su vida e irse, olvidando la maleta en la que estábamos nosotros.

O quizá fue mucho antes, después de esa noche.

Tal vez ya ni siquiera lo recordaba.

Lo cierto era que esa lista de prioridades a las que buscaba aferrarse con ambas manos hacía mi vida mucho más llevadera. Gracias a ella había desarrollado la capacidad de que ciertas cosas no me afecten lo suficiente. Cosas que podía pasar por alto. Y siempre creí que lo tenía claro, pero estos últimos meses esa línea entre lo que puedo permitirme y lo que no se ha vuelto bastante difusa, y me he saltado esos límites. Las señales en rojo.

Todo empezó con la lista. Con Ellen.

Y a pesar de todo, sabía que de volver a estar en mi misma posición, no cambiaría nada. Haría todo igual si eso me garantizara llegar siempre a este momento. Sin dudarlo.

Lo que me dejaba bastante jodido.

Después de esa última noche en la que ambos íbamos con algunas copas de más encima he intentado mantenerme al margen. Olvidarme de todo lo que pasó. Callar cualquier pensamiento que cruce los límites que nos hemos establecido. Aunque yo no podía dejar de verlos borrosos. La conversación que tuvimos la mañana siguiente terminó de confirmar lo que empezaba a ser claro; no había forma de involucrar sentimientos en esto que teníamos, sin importar que tanto hubiéramos dicho mientras íbamos borrachos.

El alcohol no siempre decía la verdad. Más bien tenía el poder de confundirlo todo.

Y ya no tenía ganas de sentirme confundido. Ahora que todo había quedado claro, había un nuevo trato al que debía amoldarme. Podía manejarlo. Ambos podíamos.

Intentaba convencerme de eso con frecuencia.

Y quizá sería mucho más sencillo si esa fuese la única de mis preocupaciones, pero para mi desgracia, no era la única cosa que había estado dando vueltas en mi mente las últimas semanas. Tenía la cabeza hecha un lío. Mi lista empezaba a tener grietas, las cuales eran más notorias cuando las malas decisiones sobre mi futuro pesaban más de lo normal. Y entonces, todo lo que antes estaba claro empezaba a verse difuso.

Cuando empecé a estudiar psicología hablar sobre el futuro era una realidad muy lejana, y lo era, de alguna manera irónica, creo que es la razón por la que al Axel de diecisiete años no le importó seguir los pasos de su padre y hacer lo que parecía ser lo más sensato. Pero hay decisiones que no pueden tomarse a la ligera y que requieren cierto grado de madurez, la cual no adquieres cuando acabas de terminar el instituto y aún tratas de descubrirte a ti mismo.

La primera vez que la realidad me pegó con fuerza estaba a mitad de mi primer año, la estaba pasando fatal por cientos de razones diferentes; estaba agobiado, aterrorizado de decepcionar a mi padre, de saber que me había equivocado y de tener que darle la razón; que nada se me daba bien. Hasta que ese nudo en el pecho solo se aflojo cuando mi preocupación por su aprobación se desmoronó luego de que él decidiera dejarnos. La situación fue la excusa perfecta para dejar la carrera unos meses después, toda mi frustración, el enojo, el rencor parecían tener un propósito. Hasta que un día solo desaparecieron, y todo volvió a estar vacío.

El vacío te lleva a tomar decisiones equivocadas; ahora lo sabía. El no sentir nada te obliga a inventar sentimientos, a querer cosas que no quieres solo por evitar pensar que no hay nada.

La lista de los Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora