—¿Podrías repetirme que hacemos en casa de tu madre? —La pregunta deja mis labios cuando el auto se detiene.
Axel me miró de reojo mientras apagaba el motor. Estaba muerta de los nervios. Si bien no era la primera vez que veía a la madre de Axel, las circunstancias eran completamente diferentes. Cuando me dijo hace dos días que su madre nos había invitado a pasar la tarde con ella no me lo podía creer, y no precisamente porque creyera que estuviese mintiendo sino porque no estaba segura de querer seguir involucrándose más de lo que deberíamos. Revolver cosas que después no sepamos cómo separar. Pero al final terminé por ceder, recordándome lo mucho que me agradaba su madre y que sería de mala educación no venir.
—Le agradas, y quería volver a verte —sentencia con una sonrisa—. ¿Es razón suficiente?
—Tendrá que bastarme —Me dejé caer contra el asiento.
Él se ríe. Apostaría que disfruta verme tan nerviosa.
—No tienes que estar nerviosa.
—No puedo evitarlo. No quiero darle una mala impresión.
Busqué su mirada cuando un suspiro brotó de sus labios. Suave, casi imperceptible.
—Ya le caes bien a mi madre, Ellen. —Empezó a desabrocharse el cinturón sin apartar la mirada, cuando terminó se inclinó para quitar el mio y añadió—: Además, no creo que sea posible que tú le des una mala impresión a alguien.
Antes de salir del auto lo ví estirarse sobre los asientos y agarrar la bolsa de compras que hicimos de camino hacia aquí. Inspiré profundo cuando abrió mi puerta y me ofreció la mano para bajar. Él estaba sonriendo, y yo odie que estuviese tan calmado y yo tan nerviosa. Cuando llegamos a la entrada llamó al timbre y antes de que la puerta se abriera agradecí que su mano siguiera alrededor de la mía.
—¡Qué bien que ya están aquí! —exclamó Alice nada más vernos.
Una inmensa sonrisa le llenó la cara mientras envolvía a su hijo en un abrazo y dejaba un sonoro beso en su mejilla. Axel se quejó pero no hizo ningún intento por apartarse. Cuando centró su atención en mí, sus ojos me observaron con cariño antes de también darme un abrazo.
—Es bueno verte, cariño.
—Igualmente, Alice —sonreí.
—Tenemos mucho de qué hablar —me dijo, al tiempo que enganchaba su brazo al mío y nos hacia entrar.
Escuché la puerta cerrase a nuestra espaldas y luego la voz de Axel:
—Apenas vamos llegando y ya me la robaste.
—Tú la tienes para ti todo el tiempo —se defendió su madre—. Tienes que aprender a compartir.
Me reí cuando lo oí bufar, sus pasos nos seguían por el largo pasillo.
Estoy casi segura de que dice algo más, pero mi atención pasa de él cuando entramos a la cocina y el olor a algo delicioso se mezcla con el ambiente. Inhalo profundo, no puedo evitarlo. Alice me mira con una sonrisa antes de soltarme del brazo y caminar hasta el horno, saca una bandeja de galletas que pone rápido sobre el mesón.
—Dios, extrañaba ese olor —murmuró Axel mientras se colocaba a su lado y dejaba la bolsa de compras junto a la bandeja.
—Yo extrañaba tenerte en casa —dijo su madre con dulzura.
Axel no tardó en rodearla por los hombros y dejar un beso sobre su sien mientras susurró algo que no alcancé a escuchar, pero fuese lo que fuese la hizo sonreír con fuerza. Algo dentro de mi pecho se contrajo de emoción al verlos, el tipo de emoción que te embriaga y que no sabes como explicar al ver a dos personas amarse incondicionalmente. Que te hace desear algo similar.
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La lista de los Corazones Rotos
Teen Fiction«Porque incluso, una persona rota y lastimada nos puede enseñar a vivir con las heridas, mostrándonos la forma de encontrar los pedazos de un corazón roto» Una lista sería la encargada de colisionar sus mundos y lo que comenzó como un simple juego t...